En el comienzo de la ascensión, allí en donde esperanzas y anhelos se agolpan, empujando como olas en las tempestades, nuestras fuerzas compiten, forzándonos a mantenernos preparados, aún ignorando el momento de la bajada de bandera.

La competición inicia, los obstáculos dicen presente, las interrupciones se convierten en compañeras en nuestra marcha, esfuerzos se nos exigen para poder adelantar y mantener un ritmo que nos resulta casi superior a nuestras posibilidades.

El camino aparece más sinuoso; la velocidad necesaria perturba nuestra concentración, al punto que, ideas y conceptos se acomodan a la vera de nuestro trayecto.
La falta de descanso, debilita, en momentos la visión, no obstante el afán y la ambición llegan en nuestra ayuda, permitiendo la posibilidad de esclarecer la dirección correcta.

Nosotros mismos somos nuestros cómplices, en esta etapa que nos toca completar, en el paso por este mundo.

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