La aspiradora fue encendida por doña Marta y comenzó a tronar con la estridencia propia de estos artefactos y que pareciera ser que es su diabólico recurso para amedrentar a las pelusas, calcetines, papeles y cualquier otro objeto que haya tenido el infortunio de caer al suelo y que rendidos, no les queda otra opción que dejarse abducir por ese engendro del demonio que se tragaría hasta a sí mismo si se diera la ocasión.
Pero lo que nadie sabe es que también los quejidos, tras escaparse de los labios de los infortunados, se resbalan como masas viscosas que van a dar al piso y se confunden con las pelusas y basuritas varias y allí permanecen con sus acentos de trompeta desafinada, arrastrando su penar como si fuesen los embajadores del que los arrojó.
Se aproxima la aspiradora delante de los pies enormes de la empleada que camina despaciosa manipulando el artefacto. Y es la Gestapo en acción, arrastrando a sus víctimas hacia la promiscuidad de su vientre. Y las pelusitas son las primeras en sentir la atracción y luego es un rizo de cabello, más atrás los papeles, un pañuelo y por último, los quejidos, que se resisten y se aferran a las tablas del piso, dibujando una figura alargadísima muy propia de cualquier cuadro de Edvard Munch. Y tras los estertores propios de quien se rinde a las circunstancias, son aspirados por un tubo que los succiona hacia sus vísceras.
Las carcajadas, por el contrario y quizás por su consistencia de pájaros, se eyectan desde las bocas destempladas y se elevan hasta tocar el techo, siendo globos solfeando la alegría en todo su arpegio que se elevan hasta perderse en las inmensidades estelares. Pero las excepciones son parte de la norma y una carcajada, lejos de proyectarse hacia los cielos como si fuese una santidad, revoloteó con la torpeza de una cría de gorrión y fue a aplastarse en el suelo. Pues bien, la aspiradora ya anunciaba su proximidad y alertada por el carcajeo, enfiló al lugar preciso, engulléndosela de inmediato.
Y carcajada y gemidos se unieron en el oscuro vientre de la aspiradora y si los quejidos aumentaban su intensidad, la carcajada imponía con largueza su tesitura, estremeciendo las fibras mismas de aquella prisión. Era una barahúnda demoníaca que espantó a la señora Marta, quien soltó aterrorizada la máquina y huyó de ese lugar embrujado.
-Tiene dos opciones. O la manda al técnico o al exorcista.
El maestro se declaraba inoperante ante esa alimaña que dejaba escapar esos ruidos infernales aun estando desenchufada. Y por supuesto que él no las iba a oficiar de exorcista, porque lo superaba el espanto que estaba sintiendo que ni a abrirla se atrevía. Y la aspiradora fue agarrada en vilo y abandonada en un sótano, con esa suma de sonidos que le ponían la piel de gallina a la buena de la señora Marta, a la dueña de casa y al que se atreviera a aproximarse al mentado lugar. Y la Linda Blair, apodo que le endilgó la empleada a la aspiradora, no silenciaba sus rumores indefinibles sin que a nadie se le ocurriera alguna idea para acallarla.
Pues bien, la persona de los quejidos se apareció un día cualquiera por la casa y coincidió con el de la carcajada. Estas situaciones ocurren por simple casualidad o bien en cuentos como el que narro y sirven para continuar hilando esta cuestión. Ambas personas, el quejoso y el carcajeante, que eran amigos de la dueña de casa, conversaron tupido y parejo y el uno entre quejidos y el otro con sus hilarantes carcajadas lograron replicar la monstruosa conjunción que se eternizaba en la barriga de la aspiradora. Y la señora Marta, astuta ella, lo comprendió todo e invitó a dichas personas al sótano. Descendieron los tres, uno carcajeando, el otro quejumbroso y la empleada con el alma en vilo.
Todo finalizó de la mejor manera: el quejoso se llevó sus quejidos y el carcajeante sus carcajadas. Y desde ese día, por simple precaución, se prohibió a la gente quejarse o sobrepasarse en carcajadas sin que se portara un bolsito en donde depositar tales residuos. La aspiradora truena ahora más que nunca, libre de lo que parecía ser una posesión. Y colorín colorado, este cuento acaba de ser abducido por la ex Linda Blair.
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