Amo a mi perro, es mi mejor amiga, nunca imaginé que pudiera existir alguien capaz de amarme más que así mismo, por lo tanto yo le correspondo, juntas hemos pasado toda clase de momentos, desde instantes llenos de intensidad y dolor, hasta inmensas alegrías… Somos inseparables y me siento feliz de tenerla en mi vida. En definitiva, tener un perro es lo mejor.
Algo que ambas disfrutamos aparte de comer, es tomar largas caminatas por las tardes mientras vemos el ocaso, aunque eso de ser adulto y tener que laborar lo dificulta un poco, pero siempre hago mi mayor esfuerzo para llegar puntual a nuestra cita. Reconozco que existen detalles que me hacen enfadar, como el hecho de que beba agua de sucios charcos y del constante desastre que cause en mi ausencia que ocasiona que vaya más tarde de lo habitual a la cama por levantar el caos... Y aunque en esos últimos días ella prefería permanecer más tiempo en cama, el hecho de ver un poco de desorden me motivaba a confiar que algo podía mejorar.
Últimamente mantener mis caminatas ha sido un poco complicado, hago un gran esfuerzo por intentar conservar ese mismo ritmo, he de reconocer que en el mayor de los casos al llegar a casa lo único que siento es deseos de tumbarme en la cama y no levantarme, pero no, se supone que me he hecho una promesa de ello, así que no será una excepción, solo que hoy todo es diferente, el desorden habitual que había cesado por un tiempo me sorprendió, un par de cajas de cereales que ella amaba comer estaban esparcidas por toda la casa y como era costumbre ver, había marcas de huella por todo el lugar, en ese momento escuché su ladrido proveniente de mi habitación y me dirigí velozmente hacia ahí, mientras una lagrima resbalaba por mi rostro, pues hoy, cumplía un año de que su corazón se había apagado.
“A la memoria de mi mejor amiga Sazul” |