Unos dicen que el tiempo pasado
es ingenuo, de mirada inocente y festiva.
El tiempo presente es soberbio,
revestido de vigente actualidad.
El tiempo futuro es arrogante, altivo
con su profecía reveladora.
Yo me busco animoso en el tiempo
y no encuentro su abrazo.
Perdido, absorto vivo un dubio dilema,
entre lo que soy, sería y para ti seré.
Me erijo a tu imagen pasajera
sin siquiera de ti saber nada.
Me seduce la idea del aquí, del ahora
que me proyecta fulgurante al mundo,
pero yo no quiero verme en tí,
ser tu traducción, tu fiel retrato;
un segundo sombra condicionado.
Otros dicen que el tiempo pasado
es zorro viejo, astuto y respondón,
que el tiempo presente es gentil,
acomodado en su papel protagonista,
que el tiempo futuro es austero,
hijo de la indecisión y del deseo.
Me declaro víctima inocente y febril
de una deixis temporal que me señala,
me guía, me conduce a punto cierto
en un mundo incierto, me lleva de la mano
a una atemporal estación mundana, vulgar.
Huyo de señales, signos y convenciones
y me convenzo a veces de mi huida,
en un aislamiento, hermetismo adoptado
que me aúna con el silencio
y me autodefine con adjetivos libertadores
que tan solo esconden mis miedos, me oprimen
y la tácita negación de la ingrata realidad
que me recuerda que pasado lo mejor,
no se hace el presente placentero
y que el futuro es una esperanza condenada.
|