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CAPÍTULO I

En las ciudades suceden cosas comunes a las ciudades. Gente que va y viene a pié, en autos, en transportes públicos. Todo es aparentemente normal, hasta los accidentes de tránsito parecen normales, excepto cuando uno es el protagonista.
Lo mismo sucede con la inseguridad, parece que es algo que vemos solo en los noticieros, hasta que nos toca. Pero nada puede detener la marcha de una ciudad hasta que algo nuevo y desconocido sucede.

El vehículo era un utilitario más, de color blanco como la mayoría de ellos, común a la vista de cualquiera, pero muy distinto en su interior. Un hombre al volante y otros dos en la caja lejos de la vista desde el exterior.
Nadie le prestó atención a que se estacionase sobre la calle Zuviría al 800 a pocas cuadras del Parque Chacabuco. Eran ya casi las ocho de la noche de un otoño suave, benigno. Poco tránsito y apenas un par de vecinos regresando a sus casas.
Nadie se percató cuando el techo de la camioneta se abrió lo suficiente para que salga de allí un pequeño drone equipado con cámara y un pequeño dispositivo inusual para quien es afecto a estos aparatos.
Desde el aire el drone otea los alrededores transmitiendo las imágenes a los que desde dentro de la camioneta lo operan desde una computadora portátil. No tienen mucho tiempo, apenas unos minutos, el alcance y la energía de estos aparatos son limitados.
Por la calle Thompson se acerca Pablo, un tipo común, que como cada noche salió a pasear a su perro luego de regresar del trabajo. Mientras su mascota olfatea y realiza sus cosas de perro, él va pensando en todo y en nada, en el día que pasó, en mañana, en lo mucho que necesita una ducha de agua caliente…
Desde el drone lo observan, le apuntan y desde el pequeño dispositivo le apuntan y se escucha un chasquido casi inaudible en medio de la contaminación auditiva de la ciudad, más aún a metros de la autopista 25 de Mayo.
Pablo siente un pinchazo en la parte superior de su brazo derecho y por reflejo se toca la zona con su mano izquierda. En pocos segundos siente que se le cierra la garganta, quiere respirar y no puede, se desespera y gira tratando de ir hacia la avenida Directorio, pero apenas puede avanzar un par de metros y cae inconsciente frente a la entrada de un edificio.
Lo encuentra allí el encargado que salía a sacar los residuos como cada día rutinariamente.
Minutos después llega una ambulancia del SAME y la doctora modula a la base dando la novedad de que hay un NN fallecido sobre la calle Thompson al 862.
Como es de rigor, acuden móviles de la Policía de la Ciudad y el oficial a cargo informa al fiscal de turno que le indica que se sigan los procedimientos de rutina. Finalmente a la vista de los curiosos de siempre la morguera retira el cuerpo de Pablo, el NN.

Mientras tanto…
En el cuarto piso B de un edificio cercano, la esposa de Pablo y su pequeño hijo esperan a que regrese para cenar, como todos los días…

A la mañana siguiente el médico legista de turno realiza la necropsia, solo es una más, hasta que ve el cuerpo inerte de Pablo, aunque para él es un NN más. Le llama la atención el color de la piel y por experiencia entiende que no se trata de una muerte súbita, algo fuera de lo común hay allí, y sospecha que no encontrará indicios que indiquen que se trató de una muerte súbita.
El tanatólogo va al grano, busca el elemento que causó la muerte de la víctima, no le cabe duda de que fue asesinado. Encuentra rastros químicos que deberá analizar y tener la certeza le llevará algunos días. Pero ante su cpnvicción llama a la fiscal a cargo, que a su vez notifica primero verbalmente al juez quien procede a citar al jefe de la División Homicidios.

Ignacio Fiscalini es desde hace ya ocho años el jefe de la División Homicidios, pero forma parte de ella desde hace más de quince, y aprendió todo de su ex jefe Nicolás Stecher ya retirado, pero a quien consulta cada vez que acontece algo complicado. Y esto fue lo que olfateó luego del escuchar al juez.
Tiene en sus manos el informe preliminar de la autopsia donde lee que la víctima falleció debido a la acción de una sustancia química que le produjo una parálisis progresiva y finalmente la muerte por asfixia. La misma produjo un efecto bloqueante de la conducción nerviosa motora a nivel de la placa neuromuscular inhibiendo la acción de… y etc. etc., ya no siguió leyendo.
Envenenada, pensó, la víctima murió envenenada. El tóxico ingresó a su cuerpo a través de una pequeña astilla de madera con no más de 10 milímetros de largo, menos de un o de espesor…
Puta madre pensó, mientras marcaba el número de su ex jefe.

Texto agregado el 01-06-2019, y leído por 145 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-06-2019 Tienes errores de tipeo y algunas palabras necesitan sinónimos para no repetirlas en una oración corta. Por lo demás está muy bueno. rhcastro
03-06-2019 Que ingeniosa y tecnológica forma de deshacerse de mas de uno.. Me compraré un dron.. o tal vez dos jajaja sheisan
02-06-2019 Interesante historia, promete capítulos siguientes. Veremos entonces qué sucede, ahora *****, miau miau vent
01-06-2019 Buen comienzo para una historia que promete mucha acción dentro de esta salvaje selva de concreto. Me gustó, rápido, directo y entretenido. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
 
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