Vivimos en un universo absolutamente simbólico. A veces nos cuesta interpretarlo, a veces lo interpretamos como queremos.

Ayer Silvia, mi mujer, que trabaja como secretaria de la parroquia de Aránzazu, me comentó que como el cura estaba de viaje le había tocado en estos días abrir la puerta de la iglesia, una enorme y pesada puerta de bronce que tiene en la parte superior la inscripción "Haec est Domus Dei et Porta Coeli", es decir, "Aquí está la casa de Dios y la puerta del Cielo"

El problema era que, recientemente operada de una tendinitis en la muñeca, le costaba mucho destrabar esa puerta.

Por supuesto me ofrecí a llevarla al trabajo y ayudarle con la puerta.

Cuando me mostró la traba intenté abrirla y efectivamente estaba complicada. Como era un trabajo que nunca había hecho comencé aplicando poca fuerza, al tercer intento ya estaba echándole todo el cuerpo encima en el intento por moverla, al menos.

Entonces recordé a Bob Dylan cantando "Knockin' on Heaven's Doors" ("Golpeando las puertas del Cielo"), y le di un golpecito, la traba cedió y la puerta se abrió.

Ahora puedo decir que literalmente y gracias al rock más clásico le abro las puertas del Cielo a mi mujer.