Selladas las puertas del dolor,
de pie como los árboles
me extingo.
Los cielos imponentes
son testigos
de este desierto
y este invierno
sumido en los recuerdos
que vuelan esparcidos
por el viento.

Mientras tanto contemplo,
junto a mi soledad,
los mismos pensamientos,
y algunos tercos sueños
que buscan como niños
un juego y una excusa
para escapar del tiempo
que deja cicatrices
donde ayer hubo anhelos.

Y es que mi vida ahora
anda conmigo sola
saboreando el vacío
en este triste río,
sin miedo a tener miedo,
sin quejas ni reproches,
sin esperar en vano
el futuro que trae
aciertos o fracasos.
Mi vida ahora sabe
que solo está de paso.