Estaba reposando plácidamente debajo del olmo que me da peras sin que se las pida, cuando se acercó un señor con cara muy, pero muy seria.
- Buenas Tardes,
- Miau…
- ¿Se puede saber qué está haciendo?
- Re miau…
- Esto que está haciendo no es normal…
Entonces me harté. No tenía ganas de hablarle a un desconocido pero…
- ¿No ve que estoy durmiendo la siesta?
- ¡Ajá! Más anormal aún… ¡un gato que habla!
- No joda… ¿quiere?
- Para que sepa, yo soy el Inspector de Normas del Sistema.
- ¿Y eso qué es?
- Un organismo gubernamental que controla que no haya anormalidades en el ejido urbano…
- Qué interesante… y dígame ¿usted nunca duerme la siesta?
- Sí, pero a un horario normal…
- ¿Y cuál es un horario normal?
- Por ejemplo, las 3 o 4 de la tarde, y por no más de 45 minutos.
- ¿Y quién dice que esas son las horas normales?
- El Sistema, que regula todo comportamiento, para que todo esté dentro de la normalidad.
- ¿Y dónde está ese Sistema?
- El sistema, somos todos, cada uno de nosotros forma parte de él…
- ¡Ah… entonces ni me caliento!
- ¿Cómo dice? ¿Se atreve a desafiar al Sistema?
- Para nada, pero como todos somos partes del sistema, ergo yo también, ESTA parte del sistema dice que puedo dormir normalmente la siesta a la hora que se me cante la real gana…
- Pero…
- Pero un corno… Ahora se me va cantando bajito por donde vino… ciao bambino…
- Voy a labrar un acta y a realizar la pertinente denuncia ante el Supremo Sistema para que reciba el castigo pertinente.
- Claro, andá y decile que se rebeló contra el Sistema, un gato que te habló debajo de un olmo… ¿lo van a tomar como algo normal?
El tipito bajó la cabeza, y una lágrima corrió por su mejilla… Dio media vuelta para irse, pero giró sobre sus talones y me preguntó:

- Oiga ¿no me hace un lugarcito así me duermo yo también un siestita?

Mientras lo miraba dormir, con ese gesto de suave felicidad, de complicidad por romper con esa regla que ya ni se sabe quién la impuso, me puse a pensar en eso de ser normal y las normas para serlo.

Porque alguien alguna vez dictó una norma, en nombre propio o de algún dios, pero lo hizo. Entonces quien no la cumplía era un anormal, alguien fuera de la norma. Y si era anormal lo separaban del grupo, de la sociedad, en beneficio de todos los demás o… de quien había dictado la norma.
Y medio como que se enviciaron, porque fueron dictando cada vez más normas, y normas para normalizar las normas; y así fueron que cada vez crearon más y más anormales.
Un buen día (o muy malo en realidad) tanta norma creó eso que llaman “el Sistema”, y para el privilegio de pertenecer, solo hay que cumplir con las normas y ser normal, sin protestar.
El Sistema te dice sin decirte que tenés que consumir determinados productos aunque no los necesites, vestirte según te indica el sistema aunque sea incómodo, ver en los medios como todo funciona bien si sos normal o como te castigan si no lo eres. El Sistema te lleva a ser un normal egoísta.
Es la dictadura del Sistema, que manejan unos pocos y que van cambiando las normas según sus conveniencias; porque normales obedientes y conformistas sobran en este mundo, temerosos sobran. Y creen en lo que le dicen que tienen que creer.
De todas formas el Sistema te aplasta, te pisa, te somete, porque si sos normal no podés ser libre (aunque te vendan que lo eres) y si sos anormal te transforma en un paria, un desterrado en tu propia tierra…
Cuando más de uno o dos, empiezan a abrir los ojos, el Sistema se recicla, se reinventa, renace, cambia de forma, color y promesas, pero sigue siendo lo mismo de siempre, hasta que alguno vuelve a abrir los ojos, y de nuevo a empezar.

Pobre tipito que duerme su sueño feliz, me dio lástima despertarlo.

El Gato (Salem)