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Un mundo pequeño

Resulta que un buen día, me levanté temprano. Como a las 8.00 hs. Para mí es temprano, che. Y me di un baño, porque resulta que me levanté distraído, y no me di cuenta.

Es terrible tener que bañarse. Lo peor de todo es que queda uno todo limpito, y después te da un trabajo bárbaro ensuciarte todo de nuevo. Pero bueno, ya me había mandado la macana.

Y me dije:

- No importa, la vida continúa.

Y me preparé un mate. Y un poco de pan con manteca y miel.
Estaba comiendo eso, cuando de pronto veo que por la pared, va caminando una hormiga.
Ya sé, alguna hormiga siempre hay en todas las casas. Pero, esperáte que te cuento:

Está hormiga iba caminando rápido, como enojada. Y llevaba una valija.
Y además iba hablando sola, como indignada.

Entonces me apuré a tragar lo que estaba comiendo. Casi me ahogo. Y le dije:

- Che, ¿a dónde vas vos tan enojada? (resulta que a esta hormiga yo la conocía porque andaba siempre por acá).

Ella me contesta:

- Uuuuy ¿que hacés, Marce? No, ¿sabés lo que pasa?: ¡Es que no aguanto más! ¡Me voy!

- Pero ¿por qué, Lola? (Yo sabía su nombre, porque por las tardes me acompañaba siempre en la merienda, comiéndose las miguitas del pan).
- ¡Es que me ofendí! ¡Me contestó mal mi novio, Rogelio! Y me hizo sentir muy mal. Y me voy.

- No, esperá Lola. Algo se podrá hacer. Dejame que hable con él.

- Mirá, vos hacé lo que quieras. ¡Pero yo me voy!

Y bueno, se fue. Yo sabía que no muy lejos. Seguro que iba de visita por unos días a la casa de la prima, que vive en el hormiguero que está en la vereda de a la vuelta de casa. Como a media cuadra de acá. Pero imaginate, que para una hormiga es como ir de viaje muy lejos, porque tienen patitas muy chiquitas.
Y mientras tomaba los últimos mates, me dije:

- Mejor que hable con Rogelio. Porque iba muuuuuy enojada Lola.

La cuestión es que el hormiguero estaba en la puerta de entrada, sobre la vereda.
Y para hablar con él, tuve que agacharme. ¿Te imaginás? Pasaba gente caminando, y me miraba.
Yo, acercando mi boca al agujerito de entrada, casi rozando mis labios con la baldosa le grito:

- ¡Roogeeelioo!

La gente que esperaba el colectivo en la vereda decía:

- Uuuuuy pobre hombre... Se volvió loco.

Pero a mí no me importaba. Yo sabía que si no hablaba con Rogelio, difícilmente Lola, querría volver al hormiguero.

En una de esas, una hormiga que iba entrando, me dijo:

- Mirá, acá adentro somos como mil. No te va a escuchar así. ¿Por qué no entrás a buscarlo?

- ¿Te parece?

- ¡Claroooo! Esperá que te abro el portón.
Y corrió una baldosa que estaba floja para que me metiera adentro.

Empecé pasando una pierna, después la otra, y me quedé atorado en la cintura, en un agujero del tamaño de una baldosa.
Y con medio cuerpo afuera, la gente que esperaba el colectivo, me empezó a ayudar. Empujaban, empujaban pero, no me destrababa.

Y una señora muy gorda, que también esperaba el colectivo, les decía:

-¡Déjenlo! ¿No ven que está medio loco? ¿Cómo se va a meter a un hormiguero así?

- Noo, lo que pasa que la Lola se peleó con Rogelio. Y tiene que ver si puede ayudar - le contestaron.

- ¡¿Cóooomooo?! ¿Se pelearon? ( porque la señora era re- chusma) - ¡Espere que le ayudo! Y después me cuenta todo, jijijijijij

Y tomó carrera y dijo:

- ¡A la una, a las doooos, y a las, treeeeeeeeeeeeeees!

¡Puuuummm!

- ¡Aaaaay!

No sé qué fue lo que pasó, pero cuando me quise dar cuenta, estaba en el medio del hormiguero.


Filas de hormigas que iban para un lado. Otras muchas que iban para el otro. Y yo preguntando:

- Rogelio, ¿sos vos?
Mmmmmm - me dije - así no lo voy a encontrar más.

Pero, una voz detrás de mí me dijo:

- Marcelo, acá estoy.


- ¡Rogelio! , ¿Qué pasó con Lola?

- Y, no sé, yo hice lo que vos me dijiste. Le dije un piropo. Algo lindo.

- ¿Y se ofendió? ¿Qué raro...? ¿Qué le dijiste?

- Le dije: Lola, ¡qué silueta! Tenés una cintura de avispa.

- Nooooo, ahora entiendo. ¿Cómo vas a decirle que tiene una cintura de avispa, si es una hormiga? Por eso se ofendió.

- ¿Te parece?

- Claro, Rogelio. Tenemos que ir a buscarla.

Y nos dispusimos a hacer el viaje.

A la salida del hormiguero, vimos que por el fuerte empujón de la señora Lili, se había abierto un agujero grande en el piso. Así que fue mucho más fácil salir.

Ya se encontraban unos albañiles municipales arreglando la vereda.
Uno de ellos, con cara de enojado, me dice:

- ¿Y usted qué hacía allá adentro? ¿No habrá sido quien rompió el piso, no?

- ¿Yooo? Nooooooooooo – le contesté haciéndome el que no tenía nada que ver.

Lili, que me había dado el empujón, todavía estaba allí, y se hacía la distraída. Había dejado pasar cuatro colectivos, y esperaba novedades. Re- chusma. Y me dijo:

- Después me cuenta todo, querido.

- ¡Vamos Marcelo! - dijo Rogelio - Tenemos que cruzar la avenida. Es acá a la vuelta.

- Sí, sí, ya sé dónde queda Rogelio.

Justo cuando esperábamos que el semáforo nos diera paso para cruzar, éste se descompuso.

¡Y se armó un lío bárbaro de tráfico!

Autos, motos, colectivos y camiones. No paraban de pasar.

Él, muy preocupado me dijo:

- Marcelo, así nunca vamos a poder cruzar.


- Sí, la verdad es que está muy difícil Rogelio.

En eso, unos seis gorriones que habían visto todo, y ya sabían lo que pasaba con Rogelio y Lola, se ofrecieron:

- ¡No hay problema! ¡Nosotros los cruzamos!

Entonces, agarré a mi amigo, y lo puse en el bolsillito de mi remera.
Los gorriones me agarraron de la ropa con sus picos, y empezaron a aletear.

El tráfico en la avenida, no paraba. Muchos vehículos circulando para ambos lados. Una cosa de locos.

Mientras los gorriones aleteaban con fuerza, nos elevamos un metro del piso.

Rogelio dijo:
- ¡Marcelo, tendríamos que ir mas alto, porque nos pueden chocar los colectivos, que son grandotes!

Pero los gorriones no podían más. Aleteaban con todas sus fuerzas.

En eso, unas tres palomas que estaban en el árbol de la vereda, se ofrecieron a ayudar. Y me agarraron del cinturón del pantalón.
Y ya nos elevamos como a casi unos dos metros.

Mi amigo gritó:

- ¡Me parece que ahora sí, Marcelo! ¡Vamooooos!

Y empezamos a cruzar la avenida. Los seis gorriones, tirando de mi ropa, y las tres palomas que tironeaban mi cinturón.

Los autos, colectivos, motos, cruzando justo por debajo nuestro. Era un tráfico bárbaro.

Lili, desde la vereda nos alentaba:

- ¡Vamoooos! ¡Vamoooos! ¡Fuerza!

Cuando ya íbamos por el medio de la avenida, se ve venir a lo lejos a ¡un camión enoooorme! ¡Altíiiiiiiiiiiiisimooooo!

Y Rogelio, dice:

- ¡Marcelo! ¡Nos va a chocar! ¡Es muy alto ese camióoon!

Y el camionero que nos ve volando tironeado por las palomas y gorriones, se da cuenta que no va a frenar a tiempo. Y empieza a tocar bocina desesperado:
- ¡Paaam! ¡Paaam! ¡Paaaaammm!

La señora Lili gritaba:
- ¡Cuidadooooooo!

Y cuando parecía que el camión nos iba a atropellar con el techo del acoplado, en el medio de la avenida.....

Un águila bajó de lo alto como una flecha.....Me tomó del pelo, con sus grandes garras, y dijo:

- ¡¡FUEEERZAAAA QUE PODEMOOOSSS!!

! Y nos elevamos a unos tres metros juuuuuusto a tiempoooooooo!

¡Y el camionero tocando bocina´, pasó rozándome la zapatilla con el techo de su camión!

- Uuuuuufffff

- ¡Jajajajajajajajaaaj! ¡Lo hicieron! ¡Lo hicierooon! - gritaba Lili desde la vereda.

Y pudimos aterrizar en la vereda de enfrente, sanos y salvos.

Les agradecimos mucho a los pájaros, y nos pusimos en camino.

Rogelio, se bajó de mi bolsillo y caminando a la par me decía: :

- Vamos Marcelo, es acá a la vuelta, media cuadra, no más.

Yo caminaba rápido, y Rogelio me gritaba:

- ¡Esperame,che!

Claro, imaginate: Yo mido un metro noventa, y Rogelio, es solo una pequeña hormiga. Él va más despacito.

- ¿Para qué te bajaste de mi bolsillo?

- Es que estoy muy ansioso.

Al fin estábamos allí, en la puerta del hormiguero de la prima de Lola.

- Ni se te ocurra Rogelio, que voy a entrar allí. Dos veces en un mismo día entrar a un hormiguero, noooo....

- Pero Marcelo, a vos te va a escuchar.

- Noo, Rogelio, ¿cómo entro allí? soy grandote, ¿no ves?

- Pero no me va a querer escuchar.

- ¿Pero cómo entro?

- Dale Marcelo, tenés que ayudarme a que me perdone Lola.

De pronto, una vocecita de hormiguita se escuchó:

- No hace falta. Te perdono Rogelio.

¡Era Lola! Resulta que había escuchado todo desde un agujerito del hormiguero.

Y se abrazaron los dos. Y se dieron un beso.

Fue entonces que nos dispusimos a regresar.


Rogelio, y Lola caminando delante de mí. Y yo detrás, llevando la pequeña valija de Lola.

Cuando, nos preparábamos a cruzar de nuevo la avenida, nos damos cuenta que el semáforo aún no funcionaba.

- ¡Uuuuuyyy, qué líiiiooo! ¡Otra vez! - dijo Rogelio.

- No hay problema. Yo los ayudo a cruzar - dijo un policía que ya se encontraba parado en el cruce.

Y tocó el silbato tres veces:

- PPPPRRRRIIIIIII......PRRRRIIIIIIIIII ... PRIIIIIIIIIIIIII.
Y se quedó delante de los vehículos con los brazos abiertos.

Lola y Rogelio, caminaban delante mío abrazados, muy enamorados y yo detrás, llevando con mis dedos índice y pulgar una valijita, del tamaño de una lenteja.

Bueno, finalmente llegamos. Y todos contentos.

Mientras ellos entraban abrazados al hormiguero, tuve que quedarme un rato en la vereda, contándole a la señora Lili, todos los detalles de la historia.

Y desde aquel día, cuando por las tardes preparo el mate y el pan con manteca y miel, me acompañan mis amigos Lola y Rogelio, comiendose las miguitas.



FIN

.

.

Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 25/5/2019.

Texto agregado el 25-05-2019, y leído por 265 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
26-05-2019 Lo leí en tu Facebook y lo vuelvo a leer en esta página. Me encantó la historia, cómo la cuentas y el vocabulario bien específico que empleas. Como dice MujerDiosa: Tá güeno!! Shou
26-05-2019 Re flashero tu cuento, pero hilarante y bien narrado. Vaya_vaya_las_palabras
25-05-2019 ¿Qué tomaste, papá?, jajajaa...Tá güeno! MujerDiosa
25-05-2019 Un mundo pequeño con problemas del mundo grande. Pero con soluciones del pequeño. Fascinante. Te felicito. peco
 
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