"Qué diablos puede tener interés una calle a las siete de la mañana". Al poco rato, un hombre levantaba la persiana metálica de su bar. No lo dí demasiada importancia pero tomé una foto con mi móvil. Minutos después, apareció Vero preguntándome:
—¿Ha sucedido algo interesante?
—Solo el dueño del bar que ha abierto.
—Bueno, ya tenemos algo —anunció Vero.
—¡Qué sueño tengo!
—La culpa es tuya —replicó Vero. ¡Mira que sacar el móvil en mitad de la clase, cuando hay un cartel encima de la pizarra prohibiendolo!
—¡Pero si era para tomar apuntes!
—¡Para eso, está la libreta y el boli
—protestó Vero.
—Haced una foto a esta mujer —Oimos una voz a nuestra espalda.
Por el tono, no sonaba como una exigencia; más bien queriendo decir: "Aprovechad este instante porque nunca más volverá a ocurrir". Obedecimos.
—A lo mejor, es una mujer que se ha olvidado algo —comenté.
—Tened un poco de paciencia —dijo el hombre.
Unos minutos después, salió la mujer con un uniforme, cubo y fregona.
—Es una kelly —repuso Vero.
—De acuerdo, que uno se ponga en la acera de enfrente para hacer fotos; y cuidado que no os vean —avisó el hombre.
Hicimos varias fotos hasta que la mujer acabó su trabajo.
Cuando Vero regresó donde estábamos, le preguntó al hombre:
—¿Eres fotógrafo?
A modo de respuesta, sacó de su bolso una cámara antigua. Realizó varias fotos a una paloma que descansaba en la baranda de un balcón. Hizo una última toma cuando alzó su vuelo. Al vernos atónitos, sonrió y explicó:
—Es una cámara Leica del finales de 1940. Es ideal para fotografiar la calle. Mirad —continuó—, soy economista, pero desde 1973 me hice fotorreportero. He recorrido más de 100 países haciendo fotos de personas, animales y lugares que no tienen voz. También he plantado 2 millones de árboles en 20 años. Para ser fotógrafo es indispensable contar con una educación, una comprensión sociológica, política, económica e histórica del mundo. Entonces no existen límites para la fotografía. Pero bueno, basta de charla —nos animó—, vamos a ver las fotos.
Miró primero el móvil de Vero. Tras una ojeada, eligió una de primer plano de la kelly y pidió:
—Haz una ampliación y pon el filtro de blanco y negro.
Vero ahogó un grito. La boca de la mujer salió torcida, como si le doliese algo.
Vero comentó:
—Ser una kelly no es un trabajo fácil.
El hombre asintió.
De pronto, me acordé del dueño del bar y realicé la misma operación. Se mostraba agachado de lado izquierdo y con la mirada fija al horizonte. Parecía observar una cosa pero en realidad, no miraba nada.
—Esta haciendo las cosas sin mirar
—apunté.
El hombre volvió a afirmar.
—Vale, que una calle esté solitaria no quiere decir que no suceda nada...
—comenzo a decir Vero.
...únicamente hay que tener paciencia y fijarse en los pequeños detalles. De esta forma, tendremos fotos que cuentan una historia —terminé.
—Sois unos chicos inteligentes —matizó el hombre—. Si tenéis oportunidad de presentar a un concurso de fotografía en vuestro instituto o ciudad, no dudéis en hacerlo. Un premio es seguro.
Dicho esto, giró sobre sus talones y empezó a caminar.
Vero le alcanzó y preguntó:
—¿Nos puedes decir su nombre?
—Por supuesto. Me llamo Sebastião Salgado.
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