Mi yo idealizador se realiza:
Caminando, confiado, por la vida,
pensando que todo está en su debido lugar,
ordenación precisa, adecuada
que me tranquiliza, que me equilibra
y recrea mi opiácea zona de confort.
Con una vigilancia atenta, leal
que cuida de lo normal, sin interferencias,
que vela por mi, me protege,
reprende las sombras hostiles
y educa mis miedos a su gusto.
Representando festivamente mi catarsis,
celebrada en armonía colectiva,
hermanado con un mundo acogedor
que no se revela ni se rebela
y se deleita con mi ignorancia servil.
Alimentándose con forjados clichés,
vacúas esperanzas y sueños estériles,
utopías ávidas de cínica razón pragmática
que convierten mi deseo en desidia
y la revenden con renovada patente.
Cuando sueña que se despierta,
abandona su sillón y se autoerige caballero,
defensor de causas perdidas, nobles
y abraza un vetusto código de honor
que le aconseja poéticamente:
Ahora vienen a por ti, pero ya es demasiado tarde. |