Tengo en mi patio una silla roja. Es un artefacto de plástico, donde bañaba a mi mama, cuando ella ya no se podía valer por sus propios medios para hacerlo.
Esa silla ha recorrido varias mudanzas, pero siempre la llevo conmigo.
¿Los objetos tienen en sí mismos resto de inmanencia de las personas que los habitaron?
Pero nuestro paso por este mundo es tan fútil, breve y etéreo (abundo mucho en adjetivos es que me gustan), que pienso que si, los objetos inanimados tienen una migaja espiritual, para el que quiera verlos.