Mi refugio

Mi cuarto es pequeño y acogedor: apenas tiene unos seis metros cuadrados. Frente a la única ventana de la pared del fondo paso gran parte del tiempo observando la gente caminar o descansar bajo la sombra de los árboles del parque cercano. Más allá, veo las gaviotas volando sobre el mar.
Permanezco la mayor parte del tiempo durmiendo en mi cama, pues los medicamentos dan mucho sueño; cuando no, leo uno de los pocos libros que conservo.
En una mesita, frente a la cama, tomo mi desayuno, comida y cena; también poseo una pequeña televisión que me entretiene cada noche. Sólo salgo dos veces a la semana, dentro del mismo recinto, cuando tengo consulta.
Después de tantos años viviendo aquí, estoy tan acostumbrado a la plácida vida que llevo en mi refugio del sanatorio, donde tengo mis tres comidas calientes y puedo leer, ver televisión y observar cómo disfrutan de su libertad los caminantes del parque y las gaviotas sobre el mar, que si me dan de alta como insinuó el doctor, soy capaz de estrangular a otro.

Alberto Vásquez.