Lo lejano, como una dama en la sombra,
deambula de oscuridad en oscuridad,
como un entretenimiento tardío y profundo
que se escurre de una mano a otra mano,
ocultando al ojo, todo encuentro o salida.
Lo que allí creemos que está vigente,
vive en oleajes de una mar errabunda,
deriva desnudo en lo más oscuro de lo oscuro.
Desollador de encuentros, nos tiene en ascuas
en la cuenca ignota de su río profundo,
nos sumerge en la tibia esperanza del logro
una y otra vez, con el canto sinuoso de lo posible.
Con llamas vigilantes queremos acercarnos,
más lo lejano no se asomará a nuestro encuentro,
saldrá ganando en su ir un paso adelante,
saltando gozoso de umbral en umbral.
Sin embargo, su ida nos hace caminar presurosos,
paso tras paso, abandonando cauces de arenas
y así, avanzamos radiantes hacia la otra orilla
de ese extravío, que significa la ciega oscuridad. |