¿ Quién duda de que , salvo que ocurra alguna tragedia , la infancia es el Paraíso?
En ese ir despertando a la vida , se graban a hierro los sonidos, las imágenes, los olores...
¡ Cómo me maravillaba el soniquete del chiflo con que se anunciaba el afilador, que recorría las calles del pueblo con su bicicleta!
" Afiladooooorrrrrrr" , se oía tras el sonido de la flauta.
Al anochecer, eran las esquilas de las cabras las que rasgaban el silencio.
Cada animal se dirigía a su cuadra por la fuerza de la costumbre.
Y poco después pasaba la mujer de la esquila que tocaba por las ánimas un son monótono y triste , que hacía que todos permaneciéramos callados y musitáramos una oración.
Y , ya de noche, nos acunábamos en la cama al eco de los grillos .
Nos despertábamos con el madrugador kikiriquí del gallo del vecino, un tanto fastidioso pues a veces se adelantaba bastante al amanecer.
Igualmente acuden a la memoria las voces de los vendedores ambulantes que pregonan las bondades de sus mercancías: frutas, helados, pescados,morcilla, sábanas...
Y el golpeteo de la lluvia en los cristales .
Y el crotorar de las cigüeñas.
Y los cantos de los niños , que juegan a la comba...
Hoy, lejos en tiempo y espacio de aquel mundo mágico de la infancia, todos esos sonidos me recuerdan cuando vuelvo que estoy en casa. La casa de mi niñez. La única y mejor patria.
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