El hombre, sin destino, ahogado en sus nadas
revuelve en sus tripas un dolor insaboro
contiene las especias que nadie conoce
y muchos presumen
mas callan sus voces y ahogan teorías
pero sí los pesares y esa angustia alojada
que entenebrece el alma y la deja vacía.
y ese individuo que preferiría el no ser
sin destino alguno para encaminar los pasos
se encierra en lo profundo del dolor insaboro
encastilla su todo en su prisión sin custodia
sin grillos y sin rejas y prisionero de todo,
sólo murmura:



Si tuviese un piano para plasmar lo que siento,
teclearía gustoso un par de notas grisáceas
cerraría yo mis ojos para invocar una lágrima,
pero seca el alma y yertas las palabras
sólo deseo los cerrojos de la noche
para que en sus sombras mi pena se confunda.


Es un dolor espeso, sin nombre ni talla,
es un grito sordo enredado en mi pecho,
los muertos solos quedan dentro de sus huesos
y esta vida mía, latiendo de temblores
se desborda en ayes y sollozos amargos.


Lastimera vida mía, lánguida y tormentosa
ningún mal me aqueja, todo todo es armonioso
pero el sin sentido en mí es un arma afilada
que acalla las risas, voces y amaneceres
este muerto en vida solloza por nada.


E intuyendo acaso el origen mismo de su dolor, el hombre continuará lamentando esta condena que no será conmutada y cuya pena la pagará mientras en todo su ser reine ese universo sombrío.