Esa tendencia que llevo adentro, no ya como anhelo de la otredad, sino como parte sustancial de mí. Ahora, amo a la mujer tanto desde mi masculinidad como desde mi propia esencia femenina.
A veces he creído que esta última marcaba en mí una inquietante tendencia homosexual, pero, sistemáticamente descubría que esto reverberaba con falsos tonos en mi interior, que no tenía el menor sustento emocional.
Quizá, en todo caso, esa veta homosexual podría vinculársela más con mi esencia femenina, y ese amor inequívoco hacia la mujer. Lesbos, o algo así. Una curiosa inclinación...
Sí, decididamente, los hombres no me atraen, y en general, (insisto: en general) siento una mezcla de lástima, desinterés, descrédito y lejana condescendencia hacia ellos, tal como algunas mujeres perciben al sexo masculino. Me irritan un tanto sus permanentes manifestaciones de falsa seguridad, su manera de acercarse a las mujeres como si anduvieran de cacería con el arma al hombro, su manera poco recatada de festejar sus éxitos, y sus depresiones poco sinceras, a veces escandalosas, ante los fracasos. Me incomoda la pasión que le toman a sus posesiones, ese impulso innato que irradian por adueñarse de lo que ven e inmediatamente desean para sí.
Tres diferencias sustanciales con ellos: Prefiero el sitio de secretario al de presidente. Me aburren soberanamente las charlas sobre deportes y mujeres. Y cuando voy a un baño público, observo que los hombres se lavan las manos luego de orinar. Yo lo hago antes, nunca después, y ellos se secan las manos, yo las huelo.
Ellas, en general, necesitan de ellos y por ello les temen . Yo en otra época también sentía así, cuando creía imprescindible parecerme a ellos. Pero también las necesitaba y les temía a ellas. Porque debía salir de cacería para acercarme.
A ellos, ahora, no los necesito ni les temo. A ellas tampoco les temo. Pero las necesito más que nunca, desde mis dos esencias, complementarias y finamente complementadas. Et elle sait certainement.
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