EL HUESO CARNUDO
Hacía comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, en Socotá, Boyacá, Colombia, la gente, especialmente del campo, era de muy bajos recursos económicos, donde las condiciones de vida eran precarias y la situación económica de la mayoría de sus habitantes de completa miseria. Sus habitantes llegaban a los 13.601, en todo el municipio, estando ubicados 12.581 en el campo y 1.020 en el perímetro urbano, población reducida, seguramente por la violencia colombiana que se generó por los años de 1948, a raíz de la muerte del caudillo Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948.
El número de habitantes, está dado de acuerdo con las cifras del DANE, son aproximaciones, porque a veces los censos, no se hacen conforme las directrices, sino que cada región, llena las encuestas de acuerdo a sus momentos, acordémonos de las declaraciones del actual director de la entidad 2019, Juan Daniel Oviedo, que puso en duda las cifras del año 2018 y que genero una discusión a nivel nacional por estos datos.
En Socotá pasa igual, cuando a los encuestadores les da pereza, ir hasta cada una de las casas, lo que hacían era, ubicarse en una loma y sentados sobre una piedra empezaban a llenar los formularios, aunque conocían cada palmo del territorio, a veces había errores y las cifras, pues no eran del todo confiables.
En el campo, en las veredas de clima frío, las familias tenían parcelas, donde cultivaban lo necesario para su subsistencia (maíz, trigo, cebada, papa etc.) y cuidaban una vaca, que les suministraba la leche, unas cuantas ovejas, un par de cerdos y unas cuantas gallinas; así mismo en las de tierra templada y caliente cultivaban frutas (guayaba, mandarina, naranja, chovas, granadillas etc.), y tenían sus animales domésticos.
El día domingo, que era el mercado en el pueblo, se encontraban en la plaza principal, para intercambiar los productos, “el trueque”, complementando sus productos con la sal, la panela, el café y otros que conseguían en las tiendas, además de pasar por una de las dos famas y comprar “el hueso carnudo”, y con la plata que les sobraba, se paseaban por las tiendas, tomándose unas cuantas bavarias, con sus amigos.
En la tarde con sus agrías en la cabeza, comenzaba el desfile por los caminos de regreso a la vereda.
El lunes madrugaban, a sacar los animales del corral y a poner “el hueso carnudo” en una cuerda de alambre, detrás de la casa para que se oreara.
El martes, en la cocina, que era un espacio de unos 2 metros de ancho por unos 4 de largo, empezaban a preparar el almuerzo, en un fogón que eran tres piedras y su combustión era madera, ponían la olla a hervir y del techo que su color era negro y, todas las paredes eran de este color, negro brillante, por el humo que salía del fogón y no tenía ventilación, solo estaba la puerta y un hueco en la pared del tamaño de medio ladrillo, para mirar cuando alguien llegaba y luego se tapaba con un trapo; “el hueso carnudo” estaba suspendido de un alambre, el cual lo introducían a la olla para que se hirviera y la sopa cogiera sabor, y luego lo colgaban al techo para usarlo en otra oportunidad, así lo hacían para todos los almuerzos y comidas, hasta que llegara el otro domingo.
Así paso mucho tiempo, la gente sufrió mucho, los servicios públicos que conocemos actualmente no existían, el agua, tenían que llevarla en vasijas a la casa desde un pozo o una quebrada, se alumbraban con una espelma o lámpara, echa con un frasco, un pedazo de trapo de mechero y alcohol y la cama era un cuero de vaca o una estera echa de palma. La única diversión que tenían por esa época, era escuchar la radio en familia, después de comida, se reunían todos, en un banco y ahí escuchaban los programas favoritos hasta que les cogiera el sueño, porque al otro día debían madrugar.