Me has hecho mucho bien- le decía en la carta el hombre a su amiga. Desde que te has mudado al barrio como que me has quitado años de condena. Estaba a punto de sucumbir. Tarde o temprano hubiera caído en las garras de la policía. Pero desde que frecuento tu cama me encuentro relajado y feliz. Las cosas han empezado a salir, quizá por inercia, pero salir. Vuelvo a mis mejores tiempos. Me afluyen de nuevo historias. Cierto que en gran parte a tus atenciones debidas, pues ya no tengo que ir por ahí auscultado en bares de borrachos, siempre en la calle, para pergeñar una buena historia. En la editorial ya me habían puesto fecha. O se cumplían los plazos o se extinguía el contrato.
Por ello, aquel día que te vi bajo la lluvia, buscando en vano una llave que no aparecía en el fondo de tu cartera, fue el primero de la segunda parte de mi vida. Como que ya no me veo precisado a gastar mi presencia por ahí por antros de mala nota. De plumilla al trapicheo hay aquí una corta distancia. Y del menudeo de drogas al Juzgado menos aún.
La construcción de un relato lleva mucha muerte encima. Por ello he empezado a creer de nuevo. En una ayuda ultraterrena. No sé. Lo malo es que te prodigas tan poco, que ahora empiezo a tener "mono" de ti. Como antes lo tenía de los porros y de las barras, auténtico sustento literario del desarraigo.
Y tanto, que estoy a punto de hacer una locura. Te necesito para mí en exclusiva. Por ello pienso que esta historia no va a acabar bien. Y antes de que se estropee, y, por ello, te escribo estas notas. Marcho. Muy lejos. Y sin mirar atrás. Acabo de atravesar la nebulosa de Orión. Cuando se acabe el combustible andaré perdido en el espacio infinito y sin posibilidad de vuelta. El salvapantallas de windows no hace nada más que ponerse- cada cinco minutos- y a falta de actividad en el teclado, provocada nuevamente por tu ausencia. Adiós, acabo de atravesar otra nebulosa, quizá la definitiva. Me pierdo por fin en este fondo infinito de la pantalla.