Fuera se estaba escribiendo una novela y dentro otra.
Desafortunadamente, la novela exterior en forma de cara bonita no irrumpía dentro o al menos no lo había hecho hasta ahora, sin que fuera, sin embargo, enteramente descartable la posibilidad.
La novela de dentro y la de fuera, no obstante, estaban íntimamente relacionadas, hasta el punto de que si no existía la exterior la interna quedaba coja. Era muy importante, por tanto, cogerle el pulso a la de fuera para que dentro, no ya existiera cierta enjundia de contenido, sino propiamente existencia. Normalmente las internas, es decir, las que en en el mejor de los casos pasan a papel impreso, suelen regarse a base de tertulias, vinolencias y tránsito exterior cotidiano, amén de lecturas de una u otra índole. La obra-propiamente, tiene un escaso margen de producción propia y genuina de quien se pone delante del ordenador, y un alto porcentaje que escriben los otros, las circunstancias en general.
Y, además, según sugiere la intuición, la literatura "seca", es decir, sin psicoestimulantes, es una rara ave, probablemente en extinción.
Pues bien, ahí es donde uno quería ir a parar. Si quitamos el efecto de los efluvios, lo que nos cuentan los amigos o leemos en otros lugares y con lo que nos topamos en la calle, el margen de composición es tan estrecho, que lo que de verdad es evaluable en una obra literaria es la pericia del autor para ir congeniando todo este material disperso. O al menos- se dirá- eso es lo que interesa a quienes carecen/carecemos de imaginación. La imaginación, tiene uno observado, es en gran parte oficio, sin descartar su existencia, pero es tan paralela a la ocurrencia que uno no distingue factor de diferenciación esencial. Se podrá argüir que la ocurrencia es la pariente pobre y devaluada, al alcance de cualquiera, mientras que la imaginación sería ya algo así como la capacidad de crear.
Pues bien, la novela que se estaba escribiendo fuera era una novela de imaginación, mientras que su reflejo interno, sólo un factor de ocurrencia, sin que el estrecho conducto- como el hueco fino de un reloj de arena- que las comunicara diera para más. |