Fueron ellos o los míos. Los dos sabíamos que sucumbiríamos ante el menor movimiento. El silencio apenas se mutilo entre la arena y la brisa del mar. Era casi de noche y yo no me percate realmente de quienes eran esos ojos verdes que brillaban entre los matorrales y que me quitaban el aliento. Permanecí quieto como un camaleón. Sabía que tenía los minutos contados, los mismos que ahora frente al altar.
Texto agregado el 07-05-2019, y leído por 101
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