En este naufragio de caracolas,
sobre la arena volcánica que me rodea,
residuo de ciclos ya vividos,
mis pisadas, débiles y humanas,
no dejan huellas.
Sin embargo…
Aquí y allá encuentro rastros
del enjambre de pasiones
que nunca liberé al aire
como aves de colores recién paridas.
Un sueño inconcluso…
Una botella con un mensaje no leído….
Una llave de oro que no abrió ninguna puerta,
y dejé olvidada una noche cálida de enero,
sobre un lecho dónde desgrané suspiros,
por un amor que selló a fuego mis ventanas.
Una zapatilla de bailarina descosida
y un corazón latiendo esperanzado.......
a pesar de todo.
A pesar de todo…
El rocío de la mañana me renueva,
dejo de ser enclaustrada flor de invernadero
y permito que mis pétalos palpiten
inhalando esas pequeñas gotas de vida
que me invaden…
lentamente.
Y me siento….
Mecida por aires que todo lo renuevan,
observando el horizonte,
en busca de mundos mejores.
Y saboreo la vida en cada latido,
como miel de un panal
deslizándose en la boca,
gota a gota.
Y pretendo…
Borrar de mi memoria,
ser una simple poeta estacada
a una silla de áspera madera,
buscando palabras para darle
sentido a su existencia,
para hilar fantasías con un abecedario imperfecto,
enfrentada a un maléfico reloj herrumbrado por el tiempo,
que adelanta minutos y atrasa recuerdos,
buscando aún..
esa llave de oro que perdió entre suspiros,
una tibia noche de enero.
María Magdalena Gabetta
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