Lo maquiné tantas veces que esto se me transformó en una obsesión. La abandonaría –pensé- y me iría muy lejos, tan lejos como para que la distancia pusiera en acción sus mecanismos y fraguara un contubernio con mi memoria para así desdibujarla, hacerla imprecisa, de modo tal que un día cualquiera estuviera yo libre de esos espectros que lo asedian a uno dibujándole cruces delante de las narices y garrapiñando la palabra traición para esculpírsela en el alma.
-Te abandoné, lo sabes bien, pero a pesar de todas mis precauciones y sin tomar en consideración este deseo profundo de deshacerme de ti, de destrozarte tus talones de diosa para que no me siguieras, te apareciste de nuevo con tu alba y larga bata dispuesta para la profanación. Demandé al tiempo y a la distancia y también a esta memoria mía, tan proclive a traicionarme, por no haber cumplido con estas ingentes ansias de olvidarte y enloquecido, quise cegarme, taponar mis oídos, cercenarme las manos para así no dibujarte en tus múltiples manifestaciones. Te amo tanto y sin embargo me hieres, tal si este fuese un tango aún más desgarrador que todos los que se hubieran escrito en otras épocas. Pero allí estás y aquí estoy yo, dispuesto a volver sobre mis pasos para hacerte mía con la persistencia del amante que se sabe maldito.
Y te contemplo y te beso sintiendo en mis labios el sabor de Judas, se llena mi cabeza de profecías, de palabras que se van hilando una a la otra, vocablos que pretenden transformarse en ideas, en paisajes y situaciones. Te puedo definir de tantas formas y disfraces, te puedo gritar a tus ojos de profetisa todo lo que se me plazca. Y allí estás, permeable a los besos, incendiada de caricias, dejando que mis manos te trajinen y tejan lo que para algunos es lo más parecido al amor. Un romance que algún día acabará con los dos.
Perdónenme lectores, quise abandonarla, olvidarla, mas, para bien o para mal, ella una vez más se ha tomado el poder y manipula las cadenas de su tiranía sin que yo pueda derrocarla. Allí está, lejana pero pendiente de todo mi quehacer, prometiéndome tesoros invaluables, joyas efímeras que sin embargo y a pesar de saberme su esclavo, para mí lo son todo.
Y continúo escribiendo.
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