Mañana sin fundamentos
que la programen distinta,
Mañana igual a todas,
pequeños minutos clones
que me duplican los días.
Papeles que se apilan,
sobre el escritorio,
de pronto me miro las medias,
se me corrió un punto,
cruzo las piernas.
El teléfono suena.
Más trabajo, más preguntas.
A mi alrededor el mundo se agita
y yo quiero pararme, respirar,
buscar un pájaro en la ventana,
quizás ver pasar una sonrisa.
Y el esmalte de las uñas
no brilla perfecto
con la luminosidad del sábado,
ni siquiera imperfecto,
como la holgazana modorra del domingo.
Otro llamado, ahora es una amiga
las mismas preguntas,
el interés, la preocupación.
¿estás bien?
la misma respuesta de todos los días,
¡Estoy bien!
Suena a mentira.
Me miro la punta del zapato,
y veo que no tiene el color
de los zapatos que utilicé
cuando caminábamos
con las manos unidas.
No quiero ponerme nostálgica
pero la rueda gira y me lleva,
me arrastra junto a las horas,
ya es casi mediodía.
Comida de dieta,
hay que cuidar la línea.
Ahora pasa el cadete,
trae los últimos papeles,
se lleva el trabajo hecho
y me brinda su primer sonrisa.
Escucho el teléfono nuevamente,
el campanilleo me exige, me aturde,
me deja las ganas gastadas de contestar.
Sé que no es tu voz
la que está tras el auricular.
Ésa se perdió en una esquina
cuando sin mirar atrás,
subiste a un colectivo.
¿Pasaje de ida y vuelta señor?
Sólo de ida.
María Magdalena Gabetta
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