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Aquella "vocación de destino en lo universal", empezaba a sonar a vacío para cierta parte de la población civil.
A menudo no sabía uno qué hacía en aquella guarida, si era ariete de quienes habían de preponderar en el mundo o si qué. De aquel año en tal estancia recuerdo que hubo un invierno lluvioso hasta el punto de aburrir. Mansamente se oían los gotazos contra el asfalto en percusión, tal que de haber tenido aquella casa una cubierta consistente, se habría podido "decir", música. Bajaban los ríos crecidos y ya no nos conformábamos, como hasta hacía poco, con que discurriera agua. Queríamos caudal. El río- que había estado a punto de ser borrado en el mapa- desembocaba nuevamente en su principal. Hacía como un año o así que teníamos río y quien suscribe había asistido a acontecimiento tan favorable como aquel, sin haber hecho falta que me lo hubieran referido por cualquier otro medio que no fuera mi testimonio presencial. Al principio fue una hilacha casi inapreciable en movimiento que desembocaba en una alcantarilla situada en el lecho del arroyo, justo debajo del puente. Durante la canícula desapareció, pero enseguida, con las primeras lluvias del otoño, se restableció, y hasta ahora: que contaba con un caudal claro, sonoro y respetable. La villa parecía de la España húmeda, con eso lo digo todo. A aquel caudal de agua en movimiento era menester empezar a poner nombre y no el tradicional sino uno distinto que pusiera de manifiesto aquella resurrección medio milagrosa. Uno llevaba para el adentro: Río Nuevo, pero tampoco había tenido ocasión de hacer de ello proselitismo. Al poco tiempo se comprobó que la novedad fue demasiado fugaz como para andar bautizando cosas y menos mal que no había empezado a hacerlo ya.
( Iniciando Zapatero su segundo mandato, verano del nueve de la centuria actual). |
Texto agregado el 30-04-2019, y leído por 78
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