Cuento



Por fin se fue...


Por fin, hoy me dejó, después de dos o tres meses que estaba deseando que lo hiciera debido a los malestares y dolor que me estaba causando y que no me dio en todo el tiempo que estuvimos juntos.

La verdad es que no se si lamentar su decisión de dejarme o atesorar todos los momentos buenos y no tan buenos que por largos años enfrentamos juntos.
Fue un tiempo largo en que todas las noches durmió junto a mí, estuvo en mis horas de insomnio, en mis sueños placenteros, en mis dolores de rodillas en los inviernos fríos y en mis alergias de primaveras floridas.

También estuvo a mi lado en mis triunfos y en mis fracasos, en mis intentos de ser inventor de imposibles o escritor de ilusiones, mentiras y verdades que al final resultaron letras escritas en el viento, puesto que no quedaron impresas ni siquiera en memorias de personas cercanas, pero sin importar eso ella nunca me dejó solo.

Me acompaño a gozar de la vida en vacaciones y fiestas y a degustar manjares que siempre compartimos y por ende cómplice en el acto de saber degustar un buen vino, como así también después de veladas placenteras fue mi permanente compañera en el sabor de los besos de largas noches de amor y pasión.

Pero el tiempo en su pasar insensible la fue desgastando más rápido que a mí, fue cambiando su fisonomía e incluso parece que con el tiempo se fue achicando, pero lo peor es que comenzó a molestarme y hacerme pasar muchos malos ratos estando solos o en reuniones con otras personas, como contraste del tiempo en que fue mi fiel y sensata compañera.

Desgraciadamente, aunque yo en el fondo estaba deseando que se fuera, hoy después de ducharnos juntos como siempre lo hacíamos nos miramos al espejo y como otros días de los últimos meses mis dedos comenzaron a tocarla y buscar su punto debil, ante mis intentos se puso a la defensiva rechazando mis manos, haciendo que me enojara hasta que con fuerza le di unos cuantos zamarreos y hasta ahí duró nuestro largo idilio, toda relación se rompió de un solo tirón.

Volví a mirar el espejo, ya no estaba ella… y pensé: después de tanto tiempo juntos definitivamente se animó a alejarse de mí y aliviarme de esos malos ratos y sinsabores que últimamente me estaba causando.

Quedé pensando en ese tiempo de tantos años que estuvimos juntos y en los buenos ratos y alegrías que ambos gozamos, mientras oía el ruido del agua que aún corría en la ducha y que en mis oídos parecía un torrente, a la vez que en el desagüe del lavamanos como alucinado observaba una tromba rojiza que en sus giros arrastraba sin poder engullir a mi querida... última muela del juicio que me quedaba.



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