Quiero que la guitarra bajo no se detenga en medio de la lluvia asuncena
Empieza el bajo, casi sin sonar. Camino y camino para poder decir que estoy parado, porque parado veo mejor las cosas, transpiro mejor y dejo de lado toda la suciedad de mi cuerpo, de mi mente. Camino, no para ir a ningún lado de este lugar abandonado por el arte, y por la civilización. Mejor que así sea, y queda inhóspito todo para poder crear un aire nuevo en veredas nuevas. Mira donde nos llevó la cultura hasta ahora, nos llevó a comernos entre todos como caníbales, comernos, comer nuestros hijos, comer nuestros abuelos. Matar a nuestros padres para poder dejarlos atrás y comerlos como aperitivo de la guerra que siempre mata lo que queremos.
Pero y el ritmo que sentimos, ¿cuándo lo dejaremos fluir?, cuando caminaremos estas veredas solitarias, con tantos automóviles que son solo piedras al costado de este camino, esta vereda que la hago caminando, que la admiro parado hasta el horizonte. Busco no detenerme en este lugar donde no me encuentro a mí mismo, y no veo la salvación, y se viene el cuento de que la lluvia no para. Ocultaron que la felicidad se extinguió hace doscientos cincuenta años en las producciones en serie. Ahora lo que nos dejaron es el consumo, el consumo, comer y comer hasta morir de hambre, convertirnos en cadáveres que no se hablan entre sí.
No, no quiero quedar aquí, donde todos los enfermos disfrutan, controlan, reglan, hacen cánones de cómo tiene que ser mi vida. No, no quiero. Quiero, quiero algo, quiero que la guitarra bajo no se detenga, no detenga el ritmo, hasta que la canción sea más bella que ayer, más bella que nuestra pálida sonrisa en la llovizna, y que mis pies sientan que ya son las baldosas de esta vereda solitaria y reveladora. Mi lugar y mi paz aquí en esta vereda, mi país.
Que fluya el ser humano para siempre, en la calle recortada por las chatarras de Japón que festejan el asfalto feo. Me indispone que me miren los normales, nunca supieron que el arte se crea así, caminando y caminando, yendo lejos, lejos de todas las hamburgueserías y de la bodegas. Caminando y caminando sin que sepan lo que hago. No quiero que me descubran, no quiero que sepan que crear e imaginar un mundo que tengo en el corazón es lo que me mantendrá cuerdo por otros años más, hasta llegar al país que está aquí en mis manos y en mis ojos, en el bajo y en la guitarra que retumban con la batería en mi pecho y en mis oídos, los dueños de mi ser sensible que evoca la felicidad asesinada. Quiero ver el país que me hace lo paraguayo que soy, paraguayote, y feliz de que no entiendan los gringos mis eructes amables. Este país que llevo en mi caminata es mi habitación favorita, mi automóvil favorito, yo lo llevo caminando alado de toda la chatarra japonesa que se ve como columnas de ataúdes en el embotellamiento de una avenida de fantasmas excluidos de noches silenciosas.
Quiero todo el picante criollo para poder seguir, salir de aquí, escapar, mi nave no me esperara, tengo que ir en ella para poder escribir más y más, y dejar todo atrás. Ya subo, vuelo y me atajan tus guitarras emocionadas que suenan muy bellas, tráelas contigo, hay lugar, ahí donde vamos hay lugar para cajas de bombones también, para vodka, para caña, iremos sonrientes y mataremos lo cuerdo y servicial que de la guerra mienten los estafadores. Tal vez podamos visitar los lugares secretos de ese no lugar, nos dejen leer el libro que le da sentido a la imaginación, nadie tiene la culpa de no ser inteligente, el corazón se agita por la emoción. La imaginación será superada por el delirio de tres vinilos escuchados hace setenta años, en un lugar no publicitado de San Bernardino, desde ahí empezó este pasear por las veredas amarillas de Asunción, con mis abuelos que sonríen ante las travesuras de sus nietos. Sin sentido común, solo latiendo vivo sin sentido común. Aquí digo: lo siento Bolaño pero tengo que ir a buscar ese lugar al costado de las vías del tren donde Rimbaud espero a todos a pesar que le fallamos… Ese lugar que esta al costado de las veredas de mi única capital, de la única Villa de la Asunción que conozco y que me bendijo por nacer aquí con las manos vacías, para entregarme sus regalos que me enriquecieron. El baile es hasta la madrugada, espero caminar y brindar con amigos.
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