A mis cuarenta y dieciseis
me han dicho casi de todo
desde Peter Pan con pantalones largos
hasta juguete viejo con pilas nuevas.

Me han dicho seudo poeta
con un puñado de palabras entusiastas
que son solo promesas de cántaros en busca de agua
y que finalmente el amor
siempre lo termino convirtiendo en una simple polvareda.

Me han dicho hasta Pinocho pobre de madera
con una historia que importa poco
con canciones Homéricas que sólo uno quiere oír
y que ésta América al revés dibujada bajo una cruz
es de una Europa prestada y equivocada.

Me han dicho que hago hincado leyendo a Rimbaud
buscando los círculos... triángulos y cuadrados de colores
para dar con los mismos intentos vanos de otros
cuando los aplausos ya hace un tiempo
que abandonaron mis estadios vacíos.

Me han dicho que planté la palabra en un territorio de bordes ciegos
en donde no merecían mis banderas
y que nunca me perteneció
que abandoné mi familia demasiado joven
sin hacer caso a nadie ni a nada
heredando orfandad sin pasos ni zapatos.

Me han dicho que como gato de la suerte con el brazo cortado
aleteo las miserias de un sueldo mísero
por renegar de los metales y cristales
que brillan tras los faros sociales.

Me han dicho que no vuelva a los lugares donde fui infeliz
y donde porfiadamente ya he vuelto tres veces
gastando los intentos frente a los mascarones de proa
que venden su pecho a las primeras horas del amanecer.

Me han dicho que abandone las calles sin salida
que deje de saltar si no hay fiesta
que deje de saludar a la otra vereda
porque aquella mujer ya ni se acuerda de mi.

Me han dicho que pena tu vida cargada de ingeniosidad...
ba! perdón... de ingenuidad
que los susurros al corazón
no valen la pena en el costado equivocado
que me ponga ropa gruesa en invierno
sino quiero cagarme de frío en el verano
que el abril de la otra esquina no es el mismo de acá
y que la primavera pasados los cincuenta
tiene menos jardines... menos flores y menos abejas