Inicio / Cuenteros Locales / freddy50 / La chalina más larga de todos los tiempos.
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Hortensia: Pretendo para mí vida amores donde nadie haga sabotaje al corazón. Amores de suplir la oscuridad patinosa llena de injurias del exterior; y un titán verdadero, con ese afecto de máquina de hacer hijos sanos de cuerpo y alma, bien educados desde la raíz infalible del hogar; donde podamos practicar la honradez, con ese cariño moneda corriente; como resultado, por fin apartados de éste devenir imperante, con tantísima humadera de habladurías penosas, y la tanta polvareda de chascarrilos macabros, de olor sanguinolento, yendo y viniendo como nube atrapada entre vientos de hielo y calor; habladurías de meta herir la sonrisa, infectar la atmósfera purpúrea de menoscabo, ensordecedores comentarios sigiliosos, incisivos y acerados, pero ensordecedores del espíritu silvestre; haciendo borroso el borroso camino de todos, con feo velo de lodo, banco de neblina y humo, en desaire de la naturaleza altiva; ultrajes opuesto de la luz limpia, del afecto pulcro y bien apreciado. Ahora, la usual verdad de la realidad, como banderas de naciones, en circulando en estampida de intrepidez, de hacerse emerjer de la dinámica de la exageración, son esos miles y millones de embustes circulando a borbotones, que por supuesto exeden al inocente entusiasmo real de vivir sin interferencias; sofisticado deber ser de los mentirosos al pie del cañón; tipo de apriete abstracto, pero tortuoso como las medias con papas; trastocando la realidad con furia contenida, y sacando conclusiones contrapuestas a lo leal que sucede; pero eso si, muy atentos al fijar de un rumbo de piratertía, punible de silla eléctrica; fiable pasatiempo de agregar engañosas premisas en la redoma del sinsentido, con en la maceta de la historia brotando alto porcentaje de embustes, en contaminación de estiercol como abono de aquella irrealidad permne, en resolución del presente en osadía consumado. Es una tétrica situación, de mucho bullicio, tener yo sola, que bochar la hora de bocinazos de culpabilidad, lidiando con el permanente desacreditar. Vislumbro en sueños la comarca tumultuosa de bocas echando bulla de comadreo, cual dragornes vomitando murmuraciones constantes por saberse la verdad de mi sexo, si estrellado ombligo o flácido tapón; y sonámbula pretendo vislumbrar, en impulsado ventarrón advenedizo, el porqué van versando cual séquito de comadronas, sobre mí, siempre la misma pauta de muchacha perdida; lentamente sumiendo lo puro mío en el fermento típico de la lacividad; ácido muriático aspirado en esos basurales del chismerío, valles lascerando las ensías del firmamento, y los propio ojos del bello cielo. Nadie vino a querer alfabetizarme cuando era nada, pero de las infamias desean obtener un premio suculento y apetitoso; aunque más no sea una dentadura de vampiro para así triturar lo lindo empotrado del alma. Así salvaguardados estamos, siempre parafraseando lamentaciones falsas pululando por el aire ¡Y guay con escapar de eso! ¡Hechando nido quédate muchacha, por tu fama obtenida de la vagina! Sin quejarse quédate quietesita, que un lugar destacado tienes, entre las verdades de peroguyo y de pacotilla. Al tiempo de esos decires, de maldita bruja en el letargo, se me apunta con el dedo, donde al fluir de la existencia ni a un perro he de poder, con masita de calcio, seducir como mascota obvediente; o así, con lo anterior de mis palabras, en el intento de yo describirme adscrita del amor minusioso, fiel, y cumplidora, a lo mejor dejo entrever querer ser una carmelita descalza, pues, en definitiva, dios sería el único en responder al llamado serio de mis exigencias; aunque no, soy una chica singular, de un barrio carenciado de las afueras de Buenos Aires ¿Hasta cuando la duda me ha de embriagar de lo complaciente, presa de la mansedumbre quedando? En cambio usted, congruente señor Ignacio, siempre tan inconmensurable, que aun postrado en la antesala de la muerte, continúa sumando puntos de la gesta de bajar de peso; no siendo de extrañar, pronto vérseles en su eventual velorio, a los propios directivos del Ginnes, tomando medidas del ataúd, para saber si por fin pesa los setenta y ochos kilos prometidos, aun sin descontar el alma; más si así fuera ¡Juro yo misma cavar lo ínfimo que no ha podido, para completar el trabajo del insigne pozo, obteniendo una regia mención en la lápida! Siendo que soy virgén moderna (Vaya, entonces vea, como sale mi lengua, en barrido del mentón, con en la punta evanescente, una característica expresión de impugnación sincera: ah, bueno", cual el pollo del horno emergiendo con papitas) y de rumores consistentes ahora resulta que tengo tantos raspajes, como los cartones de la baja lotería, y más abortos que la negra Lumumba (que justamente tiene dieciséis hijos). Quien más quien menos, somos todos unos invertebrados inútiles, siempre intentando domar la inteligencia, hasta el punto de sabernos: Empalagosas masas finas en reemplazo del carisma; pero yo me salgo de ese somos, pues prefiero ser una chica ligh, sin tanta gracia, con los estandares divinos de mi bondad; aunque claro, la ecuación implacable de ir perdiendo poder con los años, que es otro cohete en el traste haciendo presión, de apuro apurarse, por el raudo conteo hacia la decrepitud de células sin retorno. Y pensar que porque de una fratulencia, de agrícola buqué, usted hizo reventar una netwoork, que cierto, parecía un tocadisco, gris, bien fortalecido, que ahora, por aquel gen anegdótico, solamente, de entre parientes en secreto calibrado, ese evento fue levando hasta hacerse fama; y tanta que la propia voracidad adjuntó, cual patética verdad recontra verdadera, el entremés nuestro del granero, volando por los aires, en comunión del mismo motivo, en adjudicación hacia narcos terroristas. Todas mentiras verdaderas tomadas de la porción de la muzarela hacia la piza entera, cual los políticos, de acomodar los canutos en los chiquilines, casi como si Caruso en vez de romper una copa, entonando, hubiera hecho estallar los cristales de un edificio entero ¿Hasta donde uno es quien es, o lo que lo demás dicen de uno? Pues las personas nos comportamos diferente al estar condicionados por los prejucios engarzados en la conciencia ¿Lo pensado es como lo soñado, distribución interior, libre albedrío, siempre exento de castigo, patrimonio de la individualidad? ¿Al poderse comprar mercadería con un billete falso, es la mentira muesca de una realidad comparable, sin pasado aleccionador, abrasiva del presente implacable, aunque después, del futuro tan abarcativa cual la propia ortodoxia? De a saltos de atleta, se afianza en el pueblo la idea que soy una ramera barata; y que por secarle el sudor de la frente, ahora resulta que lo baño en seco, sentada en su regazo, con el mango de las irregularidades asomando por los suspiros. Se ha formado un consejo deliberante para por fin verme en cinta de usted; y en patética veracidad, por la patrona despedida del trabajo; y si es posible, ha las patadas, crucificada y decapitada en la guillotina de la Francia universal. Hoy por hoy, no existe dialecto en que no se cuente aquella mentira del granero, dicen: Galponazo antiguo hecho pelota por un erupto radiativo, o no se qué otras cosas cuentan de aquel derrumbre de fantasía; más será mejor olvidar y darle paso a lo nuevo aun sin contaminarse. Pareciera factor de riesgo el desviar del destino el embuste a la orden del día, de las tantas barbaridades cocinadas de boca en boca; como esa imagen que divulgan de su señora, dejando de tejer la chalina a un lado, patas por el aire, enseguidita no más, entreverándose en amoríos con el guardaparque, firme, aguardando en un albergue transitorio, de aquí ocho cuadras. La gente rumorea que usted no quiere despertar de lo bien que la pasa conmigo, mientras tanto que su esposa espanta la modorra metiéndole los cuernos con el guardaparque Joe; llorando la pena desnuda mientras va lampeando el cuerpo de su contrincante. Siendo la contra cara de esa mentira, verla siempre admirable mujer, yaciendo incólume, sabiéndola montada en bilirrubina por falta de sexualidad. Más, por piedad del soberano pueblo, a lo mejor no debería yo arruinarle, a sus inquietos integrantes, esa imagen necesaria y portentosa, como para seguir contando otras historia supletorias de las telenovelas mentales, sin finales por falta de atención y distracciones; ellos nunca habrán de entender nada, y yo no debo perder el tiempo en alimentar esa fagocitación con excusas redentoras, bha, testimonios de gentes vanidosas alardeando de alta intelectualidad. Más entonces, mejor, con mi ascetismo a flor de piel mundana ¡Que todo sea verdad! Y vernácula andaremos por la chacra, sordas, soltera y viuda, y tal vez, en una de esas: Alegres, y rimbombantes; más nunca ser dúctil carnada del tirano. Con Mabel somos unas abejas habitando en una esponja calcarea, pero sin discutir quien es la reina, pues para nosotras son clarísimo los roles, siendo yo, ese montón de la poda donde el deshauciado arremete la pava de los matiensos. Soy berberecho en la playa llena de gabiotas, y el amplio mar, que resulta ser el pueblo, es mi cachetazo a domicilio con sus patrañas. Ahora que el neurólogo del hospital me ha echado el ojo del hechizado, embriagada de devoción, y piadosamente desde un paulatino ascenso hacia lo distingido voy, aspirando a quizás mañana, llegar la oprtunidad de hablarles desde un balcón, y con sinceridad precisa, los mandaré a freír churros con grasa porcina, o directamente con panceta de la mejor calidad. Sin ser una advertencia o un reproche, pues todo lo contrario, es una concesión, en estos últimos siete meses pasados, al pie del cuidado suyo, hago de soporte de tejer esta chalina, la chalina más larga de todos los tiempos, en pronta competencia con sus récores en honor de ser pacíficos; donde mis puntos entre los de su esposa, parecen erupciones de hormiguero cual trinchera en la tierra del jardín; y esas partes mías, llevan impresas mis sensaciones de bondad hacia ustedes. Vea señor, como decirlo, usted me dio una mano muy grande: De tanto chancho que ha matado ahora parece un chancho; pernil cocido, yerto señor, de flor de flacura por la impedancia, en gordura disgregante, pero gordura al fin; con las manijas y los picaportes limpios, que cuando usted muera, quisiera que pudiera ver como mi tristeza precoz se eleva en lamento, sonido triste en cortejo de su alma en ascenso. En connotación con lo anterior descripto, algunos rumorean que, habiéndole sustraído yo, muchas veces el aro intocable de la oreja izquierda, y en el agujero vacío del óbulo carnoso, le voy atravezando, al ritmo del hapenin, unos escarbadientes con unas aceitunas rellenas, y en cada partida, después lo beso, cariñosamente pues lo venero, y apartada de pudores le digo piropòs, para hacerlo gozar, y que sueñe bonito, tal vez despertarlo y seguir amándonos de la alegría inconmensurable; con además el crujir de papa fritas de bolsa haciendo de campanario. De entre tantas realidades de una misma cosa, deduzco preferir maquillarme de estampita coloreada de estabilidad, para evacuar el diluvio de fastidio en irregularidades tamizado, con la conveniencia de una sonrisa complaciente, y seguir existiendo, atada la cofia a lo familiar. Como sea, mis lamentaciones no son como para temer demasiado que el suelo se rescrebaje, pues luego de dilucidar la fuente, me ladeo hacia la quietud de lo evitable, siempre cabal en la cúspide de lo imposible de repeler cual si mi orfandad fuera indestructible. Odio ser sofisticada, únicamente en la palabra me permito la aventura de volar en fluir sin recato. Sin sentirnos arrepentidos en disgregarse perdiendo oportunidades, vamos calmando la sed, agraviando a ese modelo a imitar, marchitándose cual crepúsculo, cual linea recta del horizonte que por suerte termina en media luna con la ciudad a los lados, que sino también sería otra ancha sonrisa, sádica y siniestra, sumándose al coro mundial de vecinos sedientos de crónicas de enredo y patraña. Los señores tienen empresas entonces sus palabras son castillos, y yo que solo tengo lo puesto, más algo de dolores, miento en querer volver las pena a cero; consuetudinario ciclo éste, que infructuoso, de entre partes, nace y muere, siempre con las mismas ordinarias tripas puestas, hidráulicas de lavativas. Entonces tengo la homogénea certeza del labrador en tentativa, que la cosecha nuestra será divina, lástima, de una espera entre catástrofes, pero con el pulso de la buena caligrafía impreso a fuego; pues para mi la supremacía del ser radica en ser sutil muchacha, benigno soplido en tal caso, pero agreste montaña, con colección de pasividades en álbún de orgullo; y ante tantos cabezas huecas, y la caterva circundante, carente de códigos, ser el orgullo de mis hermanos, y de mis padres la felicidad; pero jamás ir de mente de zunzuncito y contagiarme, en la amaca del concierto del que dirán, del miedo característico del que vive ensalsado en estupideces. Interpuesta entre historias mías, de lo bien hecho y del no tanto de aplaudir, en felicitaciones de los tutores, en regañadiente de los damnificados, debo admitirme negativa de aceptar la imagen rebotante del espejo, cual si esa realidad no me perteneciera; que si fui delicada al clavar el estilete delgado, esa muerte es, a lo mejor, tan solamente una fina herida; o si la vajilla reluce cual el sol del mediodía, esa tarea la hizo otra fulana, pues allí donde yo dejo el premio vacante, el anegamiento del mundo detiene su tic tac. A mi nido no entra otra cosa mejor de los pensamientos monocordes, impulsándome hacia un estadío de armonía, donde el criterio se hace estable a favor de mi concenso. Odio la petulancia por lo tanto no se trata de petulancia el pretender sosiego; encaramados estamos detrás de una recompensa que nunca llegará; pero yo me salgo de ese encaramados; y aunque de esta conjunción me abro, igual quizás vaya a interponer una sonrisa participativa; tampoco crean que voy a esquivar el cariño, a menos que se trate de un sentimiento impreciso ¡Caramba, milagros! Y ahora, en medio de la charla, yagados mis ojos de bulla, chocan fuertemente con la mirada atónita del señor Ignacio ¿Es que ha despertado éste baluarte del mundo, o es una conversación de alucinaciones portentosas de mi febril ilusión poderosa, o quizás sonambula creo ver la punta del isberg de algo fabuloso pero evanecente, la cumbre de la piramidal ansia por saberlo resucitado? Lo cierto pero, es que aun sigue con ojos de huevo de yema sobresaliente, y de clara psicodélica; inerte ser fascinado, como esperando de alguien la cuchara con el jarabe de la tos, duro paciente con la sábana de babero, pero con la consistencia psicofísica de más bien optar por escabullirse de nuevo en la sombras del dormir. Y mis impulsos naturales son de socorrerlo aunque más no sea estirándole una mano amiga. Vaya contrariedad inoportuna, que aparte de nosotros solos, aquí no hay quien pueda intervenir pormenorizadamente, pues caray, están todos de asueto por celebración del patronato. Pero aun sí, no debo refutar a mi conciencia desmembrando el pedido interior de permanecer atenta al desenlace. Sus ojos están en espiral, brillando del mismo color de esperanza, sin nunca poder salirse de aquella dureza del recién apabullado, sin intentar deponer, sin intentar conquistar, tieso marmol de carrara; mi actitud de ser gentil desde la distancia, hace flamear en épocas de guerra al pañuelo blando de la rendición forzada. Y yo aquí, acróbata en la base de lanzamiento, dubitativa y endeble, pálida e infernal; de pavura embuelta en ocultación del latifundio de mis ansias de revelación, inqueto entusiasmo del alma estallando en felicidad. Aunque la solemne prudencia, estampida de emociones del tipo ayer recibido de escribano, paga en preeminencia por un segundo de cuidado; y obvediente de mi conciencia, mejor continúo tejiendo la chalina, y me quedo en disimular esta realidad titilante. Es probable que cuando cuente éste instante de lo sucedido, el consenso populacho en chusmerío ascendente, diga que ahora estamos bailando una chacarera, comiendo empanadas de choclo, borrachas del vino de damajuana; pero solamente sus ojos son las estrellas del nosocomio. Oh, un momento, descepción, horrible caer del telón, lo opuesto de un milagro esporádico; están sus párpados de nuevo en la posición cómoda de estar cerrados; este Ignacio mío, nuevamente ha ocultado los ojos en continuar del sueño profundo. Ah, claro, pero quizás en son de un ímpetu para lo nuevo, un simulacro del impulso habitual, por aquel convencimiento de haber despertado de auténtico letargo. Eterno segundo fallido, subjetividad del tiempo de ganas retardado. Pero no los abre, y ni siquiera un ronquido de ésta nueva catapulta emerge como chicharra. Rápidamente repaso todo el bagaje de mis conocimientos, a pasos del nivel terciario, y en disciplina voy extrallendo apurada del fondo de la galera una respuesta medianamente sensata, algo de tino para esta borrachera sorpresiva de beber contrasentidos; unas vez el neurólogo nos aconsejó, cual sugerencia imprescindible para este tipo de patología, que si en tal caso observábamos algo parecido a signos vitales, que por favor retener la algaravía, pues muchas de esas reacciones, lejos de ser vida normal, son espásmos de la músculatura por las fricciones del entorno; lejos estoy de querer ser como aquel renegado escéptico de todo, aunque a mi pesar, debo inclinarme a pensar de esa manera; conclusión desagradable, pero dotado de muerte yace nuevamente, en cementerios de mortajas con apresto; y el escape libre de su respirar se ha tornado briza del consentido. Sería un abandono imperdonable, pero presa del desencanto me hallo con la idea de retirarme, pues siento que mi alma en eclosión estalla con las emociones de este tris permne, no pudiendo englobar la imagen anterior donde me hube encariñado tanto con la idea de saberlo curado; la actitud de implorar su venida resultó ser un recíproco desencanto cual un tonto ateísmo a la carta. Llama la atención tanta parcimonia y miro en vano como queriendo revivirlo, lesiva contradicción camino a la resignación. En el hipotético caso que volviera a despertar, juro que empezaré a gritar y gritar: ¡El patrón a resucitado, el patrón a resucitado! Pues tan testarudo es, que al escuchar aquel precoz aviso de alarido de sirvienta, habrá de querer corresponder con la coincidencia del patrón que rastrilla hasta dar con el acueducto oculto del pasado. Es complicado, pero aquí solo hay aire de galerías, tremenda angustia tirando para los costados; bozinazos de peaje resonando en la resignación. A lo mejor esa repentina luz del mediodía, de enunciado en asimilación de lo esterilizado, de ésta de por si luminosa habitación en aversión de lo secular, por ventura te halla entrado retinosa al alma, y así lo vaya a dejar en sueño liviano con esperanza de un despertar de nuevo; pues, ya lo verá, esa luz, de inmensa claridad, se afianzará allí dentro, y usted pretenderá romper cadenas y estar de nuevo al aire libre, pedaleando por el camino que rodea la laguna, quizás de bastón caminando por la estancia, oliendo altivo, junto con las flores de cultivo, el perfume del cosmos, sin noción del tiempo, rumbo hacia el optimismo por siempre y por demás, fuertemente apartado de los sinsabores de los viejos avatares; y al pedido de una moción de cordura con todo el idioma rendido a tus pìes. Hoy tu tiempo son los ángelitos permeables de la fantasía loca, sumados en fila india, en ese ancho panorama de los sueños, bella explanada de los gorriones querubines queriendo meter bocado de campanitas, pero a no reprochar pues, que usted duerme la mona por aquel flor de golpazo al alma, de devorar toneladas de fauna en el domicilio real; ensalsado de consecuensias ignoradas por el instinto de conservación, quizás intuyendo después estar de maravillas en ésta dimensión del divagar sin límites; ahora claro, lánguido sobre el colchón de resorte, en el blanqueo obligado de digerir letamente la tremenda comilona por el resto de los siglos de la era cuaternaria. Mientras tanto el país se disgrega en angustia del permanente reiventarse, en esta nueva época inflacionaria de los precios sugeridos; bajo, lo contrario de tu limbo, nosotros los mortales, haciéndo del tiempo terrenal una propuesta antipática, imposible de sobrellevar sin antes pudrirse fastidiado de gusanos; y todo por culpa de estos especímenes del abanico de tres varas, facturando diez veces más de lo conveniente, y acuñando el dinero en bogedas, en un caótico torniquete de tacañería, convertido en faltante de irrigación del circulante, que más que no haber, carece de valor recíproco, porque todo sale tanto escalofrío disgusto, que no habría billete que alcance. Con usted dormido, y su señora ausente, en la cúspide de la disfonía, ya no sé como rotar en paritaria alguna, como para conseguir una suba del congelado sueldito. Aunque a decir verdad, por aquel atisbo de abrir los ojos por un segundo, usted quizás puediera reclamar al inconciente, de nuevo el dulce escuchar de mi hablar entrándole por los tímpanos; auque de la bronca del desposeído en cuestiones de fricciones angustiantes, y de por esa falla, crear en usted, un sucesivo crucigrama de pesadillas acordes, con la condena civil de estar padeciendo ésta realidad político económica tan oprimente; pero ello, ya antes de empezar a decirle lo último del momento, alcé la decisión, de lo preferible, de ser ésto que continúa mi última alocución antes dejarlo fanfasear tranquilo. Si tal como se nos dice ahora del universo celestial (Con el espaldarazo insólito del falso cura Fulgencio, como autor de esta nueva filosofía, de incipientes legajos a futuro; apartado, al fin, del soborno aquel, del alpiste perdiste. Pero atención, a la más mínima murmuración del populacho, factible de transferir a su señora, como soporte intelectual del reo, por las tantas ausencias injustificadas.) que los motivos de existir del universo, son producto de una madeja de sentimientos del propio dios, similares a los nuestros conocidos, pero colocados sobre un tapete imprescindible. Verídicos sentimentos como estos de hoy día, de acopiar mercadería, por terror de congelar los valores iniciales del mes en curso, de pegar cartelitos en los árboles, montado en desazón, y así poder paliar la coyuntura ayudado de pequeños emprendimientos, en urgencias programados; de protestar por el magro sueldo sobre el escritorio del gerente ayudado por los puños. Y de aquel segmento naciente de irrealidad, plasmado en un vacío sideral sin luz, del caldo de ostras disuelto en tinta de calamar, simulación de la nada absoluta, con la posterior inclusión, urgente, de materialidad, en recontra mega abundancia, en privilegio de texturizar las formas ocultas de esos sentimientos invisibles; pero con focos especiales, equiparables al amor que el todopoderoso siente, en su seno bipolar. Y es el propio dios que en el núcleo de su soledad, dice y hace lo mismo que los políticos de nuestra patria, solo que él está sin nadie a quien perjudicar, poniendo ganas al proyecto de ofrecer una oportunidad, confiado de si, otorgando una autonomía moral a sus criaturas, sin pedir reconocimiento alguno, pues ese agradecimiento de seguro emergerá de manera natural; mientras tanto los diferentes estamentos principales del poder político, dos, o a lo sumo cuatro, con ese montón de sanguijuelas bebiendo del jugo de la nación (Porqué a estos politicos, del tomala vos, damela a mi, si que le repulsan los libros) bajo condición explícita de ir turnándose en el poder, ya sea de acuerdo al valor a estribor, de imponer sus necesidades fisiológicas, o por el voto a babor, obligado del iluso pueblo, siempre inducido a lo cantado de la coyuntura, y del márketing. Pues si dios hace uso de una metodología, durante la cual consigue grandes resultados, nosotros hacemos abuso del desorden, yendo a derivarse en despelote de raíces comprobadas, lleno de sedimentos que luego debemos consumir empantanados en la proximidades del repetir errores. El tiempo pasa y yo voy sintiendo tu barba filosa, cual cardos secos, todos barnizados menos en las puntas, coloquiales tenedores frente al congreso reclamando a los elegidos ¡Que claven algo urgente para comer! Entonces primero la espuma, más luego la maquinita de tres bandas, cero kilómetro en acción de rasurar; que si se produce una herida, cual perra, le habré de lamer, en otro sacar el sobrante del rostro de porcelana; fuerza motriz de mi responsabilidad, sustentada por el cariño, alejada de la reticencia, bajos mis férreas pautas de entonación en el laburo diario, haciéndole dos pasada suaves, que es donde habrá de quedar como un recién nacido. Por favor, escuche el silencio del aglutinador vacío, y el espacio en penumbras, como de villeros pasadizos, y nosotros dos cual únicos sobrevivientes del estatus del arrabal, de tentaciones paganas; nada refutable el momento por reclamación de un onomástico olvido; según se mire, alejados de privaciones y de reproches estamos, pues el amor es cobijo de asimilar un nido, y si ayer afeitarlo fue baldear una plaza, de montones de veces, hoy siento estar esculpiendo una deidad precursor de lo divino; y me vislumbro durante prosaico acariciar, asistente social en detrimento de un pasado horrible, en el reajuste de un presente aliviador. Un cuarto o un tercio de mi respirar, llenado de palabras tan sentidas; y la briza aliviadora de un sufrir tan inmovil; porque es más caro, y para el currículum un brava carta de presentación, hacer de doctora que fregar los pisos, y aunque nadie me lo vaya a reconocer, yo me lo voy a cobrar haciendo trizas la previsión, adelantando lo anacrónico de un retroceso en de amores coronada. |
Texto agregado el 27-04-2019, y leído por 105 visitantes. (0 votos)
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