Acudí al encuentro algo extrañada. No daba crédito a lo que veía.
Él me había citado para hablar, y el lugar del encuentro era su zapato. El derecho.

Llegué notando que una pequeña escalera permitía el acceso. Me esperaba allí para ayudarme a subir tomando mi mano.

- No puedo creer lo bien que luce. Si hasta huele bien - le confesé.

- Me alegra que te sientas a gusto.

Olvidé el tema de la conversación, distraída por las posibilidades de decoración que ofrecía el ambiente.

- ¿Cómo no se me ocurrió esto a mí? Es fantástico.

- Bueno, ahora sabes que es posible.

Su sonrisa era calma. Brillaban sus ojos. Conocía esa mirada llena de esperanza.

De pronto recordé que yo no estaba bien. Las angustias que solían acompañarme pedían su lugar nuevamente.

Noté como mi cuerpo asumía el peso de todo ello.

Pero esta vez, quizás porque no pude evadir su esperanza, le dije:

- Intentas siempre algo nuevo, ¿verdad?

- Sabes que te amo – dijo sin más.

Mi sentimiento de gratitud me sobrepasó desbordando una tímida lágrima que corrió por mi mejilla.

Acomodé mi silla junto a él, y dejé que me abrazara en silencio.

Así nos quedamos, contemplando la belleza del interior de su zapato.



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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 25/4/2019.


https://youtu.be/bJCunL8pZoo?si=3xWnYEzSlQhmcQ5s