En esa ocasión, al contarme ese pequeño cuento que anduve toda mi vida, al terminar de contarlo me dijiste la forma maravillosa tiene la imaginación de llevarlo a uno al mundo hermoso de la magia, de la dulzura y de la ternura.

Ahora que ya estoy viejo y decido volar en las noches, voy a tu encuentro y entiendo de manera bonita el milagro que hizo Dios al mantenerte a mi lado toda la vida y fue a través de haber creído en vos, en tu certeza absoluta de que aquel pequeño pez si hacia milagros.

Anoche, mi noche se llenó de fantasías, de parajes hermosos, de caravanas en grandes camellos cruzando los caminos del hombre de Galilea en busca de un ente llamado Dios y me encontré de lleno con el profundo verde de tu mirada.

Cumplí mis sueños, alcance casi todas mis metas, conocí el dolor de la soledad en la edad más corta del ser humano y me siento orgulloso de haber aprendido a orar a un ente que dejaste en mi camino como la brújula más hermosa de mi existir… no me perdí papá.

Gracias por este don precioso que dan las letras, por esa libertad extraña que aprisiona y por ser en mí, una luz que siempre alumbro mis destinos.

¡Allá nos vemos mi querido viejo!