a T. Todorov
Entre el sí y el no
hay numerosas variables
pero siempre las reducimos a dos.
Una doble opción que nos convence,
resignación dividida, racionalista.
Entre el sí y el no,
la fatal posibilidad se reduce,
tan cerca de esa suerte ya palpable,
creamos una sugestión consagrada
que disculpa solemne incluso aquella otra opción.
Entre el sí y el no,
más allá de la esperanza,
la crédula desesperación
se viste con elegancia
para abrazar falaz la única verdad posible.
Entre el sí y el no,
de lo trágico y lo bello,
una pervertida estética mimética
ve la belleza serena como único principio,
un principio que puede ser su fin.
Entre el sí y el no,
prudente negación consejera,
una dócil hermenéutica inmanente
que ni responde ni pregunta
porque no hay mundo que explique.
Entre el sí y el no,
impedida de acción, inerte
la literatura se agazapa tímida,
ante un ecuánime diálogo de sordos
que ignora la duda, reveladora incomprensión.
Entre el sí y el no,
la luz y sombra,
dos verdades incuestionables,
rebeldes matices incontrolables
sugieren insolentes el sentido.
Entre el sí y el no,
entre la fe y la acción,
las letras no tienen que ser bellas,
pero han de mostrarnos la belleza.
Es su propia verdad, su razón de ser.
Entre el sí y el no,
el arte por el arte no tiene meta,
desahuciado, formal o altivo,
pero es su deber, su gracia
alcanzar esa meta que no tiene.
Entre el sí y el no,
un y sí y un y sí no,
mar tempestuoso de sentidos,
un libro abierto; la literatura,
una puerta siempre abierta:
la naturaleza humana, la metáfora.
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