Me aferro al sobre como si fuera el último pedazo de comida en el mundo. Una parte de mí muy poderosa desearía poder quemarlo y hacer como si nada hubiera pasado.
Alicia se agarra con su pequeña manita a mí y yo siento las ganas de llorar brotando de mi garganta.
Intento sonreír, pero a sus seis años mi hija sabe que no van las cosas bien.
—Mami, ¿he hecho algo malo?
Me arrodillo ante ella y la abrazo con toda la serenidad que puedo demostrar ahora mismo.
—No, cielo. Mami está un poco cansada.
Ella me mira inquisitiva con sus ojitos marrones y finalmente asiente.
—¿Podemos ir luego al parque con papi? ¿podemos?
Me fuerzo a sonreír y asiento.
—Claro cariño, voy a mandar un mensaje a papá para que vaya directo al parque después del trabajo, ¿vale?
—¡Valeeeee!
Alicia da saltos de alegría mientras yo escribo un simple mensaje por Whatsapp:

‘‘Cariño, los médicos han confirmado que es leucemia, en un par de días nos llamarán para darnos cita. Necesitará quimioterapia. Alicia me ha pedido que vayamos los tres al parque. No he podido decir que no. Creo que lo mejor es que se lo expliquemos juntos esta noche. Te quiero mi amor.’’

Marcos me contesta al cabo de diez minutos:

‘‘Ya nos temíamos que esto podría pasar. Cielo, no te preocupes, todo va a salir bien. Nuestra hija es fuerte como su madre. No te preocupes, si quieres se lo explico yo. Tú descansa. Os veo en el parque a las cuatro. Le diré a mi jefe lo que pasa para estar antes con vosotras. Te amo mi vida.’’

Aunque para muchos el mensaje habría sido optimista y despreocupado, yo sabía que estaba tan destrozado por la noticia como yo.
Me habría gustado poder haber estado a su lado cuando le dijese lo que ocurría. Pero las cosas habían salido así.
Alicia se acerca corriendo a un escaparate. Al otro lado, un par de ojos de plástico nos devuelven la mirada.
—¡Mami! ¡Mira que gatito más bonito! ¡Se parece a los gatitos que tenías de pequeña!
Sonrío.
—Es cierto. ¿Te gustaría tener a este gatito cuidándote?
Alicia abre mucho los ojos mientras asiente feliz.
Abro la puerta de la tienda. Un tintineo anuncia mi llegada. Mientras hablo con la mujer que hay tras el mostrador, sé que aquellos días felices han terminado para dar paso a una pausa llena de grises oscuros.
Miro a mi hija que abraza a su nuevo amigo mientras deseo con todas mis fuerzas que aquellos días de luz vuelvan lo más pronto posible.