Murió una negra. Nació otra negra. Ayer por la noche la negra una derramó su última gota de sangre. Hoy por la mañana la negra otra, se resistió un tanto para sustituir a la negra una; se mostró difícil, renuente, pero terminó cediendo para proveer su sangre negra, y remediar las necesidades existentes y también las nuevas. No resulta nada agradable ser sustituta de una negra; sin embargo, una y otra, negra y negra, se equilibran como el yin y el yang.
Se ha marchado la negra una, un adiós cálido y amoroso para ella. Ha llegado la negra otra, roguémosle con fervor para que mancille el alma blanca radiante de pureza, que la envilezca o la llene de gloria, con su sangre negra.