Que se alce en oración como estructura horadada,
en la pupila del hombre, tu alevoso corazón;
y cincele la verdad vedada,
contra toda razón.
Mira el otoño deshojando y,
podrás ver todo mi yo adorando
lo que tu voz evoca.
Si tus ojos emular pudieran
lo que tu voz convoca,
como los labios ajenos, aquellos gemirían
y la distancia seria así, poca.
Un momento, solo uno, sereno en el regazo tibio de la mañana.
Y ahora placida, has roto la cadena del prejuicio,
y aquel que se mostró propicio contigo
te ha guiado por el redil tranquilo.
Necesidad, esa condición intrínseca que nos impele a abordar distintos horizontes,
aunque el motivo se encuentre subyugado
a las circunstancias.
Una lagrima…
el mazo audaz como virtud amatoria,
el sinsabor que no acepta resignación.
...Pregunto...
¿le darás una sonrisa o un ceño fruncido?
Tener y desear,
preceptos de connatural contraste;
y la verdad, el estremecimiento inexorable...
Decir, no decir.
Qué más da si la entrega suple las palabras...
con temores
y jubilo,
con melancolía
y embeleso...
…No digo más…
No es nuestro este paraje, somos nosotros el punto en su pintura. Nos va guiando...
Y nos vamos dando cuenta que paso debemos plasmar...
Son tantos colores, tantas emociones, tantos temores... Tantos finales medianamente contemplados.
Esos son los que adornan la vida,
ciertos arrebatos incontenibles
otros no tanto,
aun así, no dejan de serlo.
Cercanía, iniciativa, atención,
detalles... Ideales. Bueno, son cosas que en un arrebato no pueden faltar.
Iris flamante
de utrera cabellera,
caminante
que pinta tu rivera,
símbolo del sabio estro
que conmueve tu cuello de alabastro.
Así de simple, así de fácil,
como parpadeo de cometa
se rasga tu boca en una sonrisa
y duermes con el ímpetu latiéndote
en el pecho.
El sueño es a veces el epitome
de una praxis insospechada
que se asoma en la muesca de los ojos
como una sorpresa inusitada.
No los abras, pero no dejes de intentarlo
y si lo haces, aunque te alejes, no dejaras de recordarlo...
Es un péndulo inagotable, ambiguo.
Es una carne y una tarde,
un anhelo y un dejo de nostalgia
que logramos a veces concebir
y sin embargo, menester es proseguir.
Ese efluvio desesperado que roba aliento, y obsequia alegría…
Estacionario.
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