Me veo ahogándome solo. Con la voz deprimida balbuceando tu nombre, con la lengua reseca harta de clamar. Se transforma mi boca en una tumba rancia, y mis labios se parten de la sed que les dejó tú alito de vida
Me acuesto a veces. solo con mi sombra rumiante que sangra los pasillos de este peregrinar. Las cuencas de mis ojos, son dos pozos vacíos que ya no guardan nada que me ayude a llorar.
Las oraciones oxidados rechinan en mis dientes, los “apiádate de mi” claman con añoranza. Mi olfato cela el frío de tu luz ausente y mi vientre se llena de pus por tu distancia AMOR. Mi corazón es un cascaron frágil a punto de romperse sobre la púa filosa de este astro, tu luz que lo habitaba, se oscureció. Hoy, ya no sé lo que me duele ni lo que muere dentro, ya no sé, que tiene frío y que está muerto. Ya no sé, que es de aquí y que es del infierno.
Me veo asomado a veces, al filo de la tarde. Con una mirada de persecución. Te busco entre sombras, que duelen y arden, te llamo. Y en la noche se pierde mi voz difuminada en el escalofrío de una sombra.
Tengo una esperanza que ya no es la tuya, tienes un milagro que no es para mí. Tienes una historia de amor escrita en mi espalda, tengo sin tu compañía, ganas de morir
Me veo muriendo solo. Me descarno, me muerdo, me trago mis viseras doloridas para poder ayunar de tu ausencia. Me desprendo del cuerpo y de su calor para buscar errante las nubes de tus alas y poder arropar en ellas esta muerte tiritera por el frío macabro de no tenerte más.
Amor…. Este amor amordazado se está comiendo mi alma. Lo escucho masticar mi dolor y tú sigues perdido en un laberinto de tu cielo. Perdido tan dentro de mí… muy dentro de mí sin poder rescatarte de mí cadáver.
Estas ganas de quedarme aquí no me dejan vivir. ¡No me dejes ir al infierno sin retorno!... Amárrame a tus brazos, enciérrame en tus alas, latiguea mi vuelo con el filo de la luz. Secuestra mis sentidos con tus dulces caricias que hace mucho no tengo,
Rómpeme la espalda con tus brazos para que no me pueda levantar de tu lecho. Sácame los ojos para no encontrar el laberinto maldito que me llama a gritos para apartarme de ti, déjeme mudo, para no clamar con la lengua maldita de Babel que este infierno me pertenece y es mi hogar. ¡No me dejes ir!... Si me voy, No regresaré vivo, porque me habré ido muerto. Me habré perdido… para siempre. No me dejes ir… no me dejes… apiádate de mí, en esta noche sorda en la que solo la desesperación de tu silencio inmundo me acompaña.
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