Barcelona, 7 de octubre 2013
Hola Irene,
Me ha sorprendido tu email. Ya lo tengo impreso en papel y he decidido contestarte por el método tradicional: escribiendo una carta. No deseo que algún hacker desvele y difunda mis sentimientos más íntimos hacia ti.
Te conocí cuando entré como monitor de un esplai. Aparte de quedarme embobado por tu belleza, admiraba tu capacidad y organización para el trabajo; la paciencia con los niños y el estar dispuesta a ayudar a los demás monitores. Después del esplai, nos íbamos a tomar algunas cervezas, a cenar, ver funciones de teatro o cine. Me gustabas, y creo que a ti también. Pero había algo en mi interior que no terminaba de cuajar...
Fue aquel verano que tomamos la decisión de trabajar como ayudante de cocina en una casa de colonias. Al acabar de fregar los platos, me duché para quitarme el calor abrasador. De repente, sentí que alguien me apartaba de la ducha. Al ver que eras tú, me puse a reír. Acababa de nacer el amor y decidimos convivir juntos.
Sabías que trabajaba como conductor de autobuses. No parabas de darme la lata con el tema de reemprender mis estudios de derecho. Discutimos mucho sobre el tema y estuvimos sin hablar durante una semana. Cambiaste de semblante cuando viste que me había matriculado en una universidad a distancia.
Pero las cosas no mejoraron. Caí en un círculo vicioso: del trabajo al estudio y del estudio al trabajo. Me apunté al gimnasio para romper con esta rutina. Apenas pasaba rato contigo. No me sorprendió tu decisión de trabajar como traductora en el Instituto Cervantes de París para tres meses. Te renovaron el contrato para 4 meses más y cuando volviste, fue para presentarme a tu nuevo novio. Solo me dejaste como recuerdo el pago del alquiler. Cuando te marchaste, ardía de rabia e impotencia. Llamé a la empresa para solicitar media jornada. Quería aprobar los exámenes finales con mejores notas que pudiese.
Ahora, después de 20 años sin saber nada de ti, me pides otra oportunidad. Creo que esto es imposible. Dentro de dos semanas me caso con Paolo. Nos conocimos cuando realizamos el doctorado en ciencias sociales. Mira Irene, fuiste una mujer muy importante en mi vida. Gracias por tu empeño y a fuerza de insistir, he logrado conseguir mi sueño; jamás lo olvidaré. Si necesitas algo o ayuda, no lo dudes en pedírmelo. Pero, como comprenderás, nuestras vidas deben seguir por caminos separados.
Te deseo todo lo mejor del mundo. Un abrazo.
Matías |