La más bella flor del jardín era una fragante rosa roja, en todo su esplendor por las últimas lluvias primaverales.
Sus pétalos, perlados de gotas de rocío, tenían la suavidad de la seda.
Su intenso rojo la hacía destacar por encima de las otras flores, espléndidas también, de aquel vergel: margaritas, dalias, lirios, azucenas... toda la floresta miraba con admiración a nuestra rosa, que lucía su lozanía al abrigo de una camelia blanca .
Desprendía, además, un suave aroma encantador.
Era la reina. Un regalo para los sentidos su color, su tacto y su perfume.
...Y esa primavera rebrotó, más espléndida aún si cabe, en su madurez.

Dedicado a mi querida amiga Sofiama, que ha estado de cumple.