Es el sueño de la mayoría de los humanos actuales: toda la población posee acceso irrestricto a los servicios básicos con precios reales sin ganancia alguna en muchos casos, el wi fi es proporcionado por diferentes organizaciones de modo libre, no existe oficina de censura, ni policía uniformada, el que desea haraganear todo el día puede hacerlo y los servicios de salud son accesibles en todos sus niveles.
No tenemos aduana, oficina de impuestos, agencia de seguridad nacional, mucho menos fuerzas armadas: todos sabemos que dichas instancias con el maquillaje de entidades rectoras, en realidad son trincheras de corrupción desvergonzada y abuso del poder sobre las libertades individuales.
Los mercados son limpios, sin sindicatos ni guardias municipales, los precios los decide el que vende en directa negociación con el que compra. No tenemos más instituciones que las estrictamente necesarias, y casi todas ellas son digitalizadas y libre de cualquier acceso no autorizado.
Los niños van a sus centros de aprendizaje a la hora que consideren adecuada, hacen sus actividades de desarrollo cognitivo, físico y espiritual con libertad y sin riesgos, el sistema los monitorea y asesora a través de la recursos de inteligencia artificial por medio de interfaces en los que la presencia de personas adultas es estrictamente la necesaria y vigilada.
Todos los países vecinos sufren de criminalidad endémica: en sus calles en cualquier momento del día suceden incontables asaltos, robos, violaciones: los jueces y fiscales de hecho engordan su hacienda con el manejo de sus abundantes casos, pero nadie hace nada, que no sea proteger a los delincuentes y procesar a las víctimas si se defienden, patético.
La economía cuenta con pocas regulaciones: la idea de mi país es que el que quiera demostrar iniciativa y esfuerzo, coseche tantas ganancias como legítimamente le sea posible.
Ni partidos políticos tenemos, felizmente: esa sub especie de buitres y quebrantahuesos que se adueñan del poder para engordar a sus allegados a costa de entierros populares, que desde su nacimiento acompaña a todos los países de la región, aquí no tiene cabida.
La delincuencia es casi inexistente: cuando ocurre algo en extremo anómico, es fácil (dados los sofisticados recursos electrónicos con los que esta sociedad cuenta) identificar a los responsables, a quienes por lo general se les aplica leyes expeditas, drásticas y –hay que decirlo- ejemplares. Los abogados que se nutren de pleitos, alegatos, objeciones, recusaciones y chicanas surtidas en las sociedades ordinarias, aquí la tienen muy difícil, pues sus conocidos artilugios están tipificados como delitos graves.
Nuestro principal problema nacional, es la influencia de las taras foráneas, que de modo insidioso insisten en intentar ingresar a corroer nuestra nacionalidad, tan difícilmente construida.
Sindicalistas, narcotraficantes, izquierdistas y activistas, secuestradores, agentes del Vaticano, evangelistas, mormones, musulmanes y otros similares tienen difícil extender su infección en este Estado: es tajantemente prohibido realizar acciones proselitistas en base a fundamentos y argumentos sin base empírica y objetivamente demostrable, así como inducir a las personas a la violencia y agresión contra seres vivos en general.
Es un país al que acompaña permanente la pregunta: ¿Cómo fue posible que en medio de tantas repúblicas bananeras y gobernadas por generación tras generación de delincuentes despiadados, haya sido posible la consolidación de semejante muestra del Estado ideal?
Los estadounidenses, así como los británicos, franceses, alemanes, holandeses y los rusos y comunistas chinos, permanentemente construyen estrategias para –como es su naturaleza- ganar control sobre nuestros destinos, pero les ha sido imposible hasta ahora.
Siendo el turismo restringido, las mismas cadenas de medios de comunicación internacional prefieren ignorarnos, de manera alguna nos molesta, pues sabemos que cada dólar que un turista gasta, equivale al triple de perjuicios al medio integral.
En mi país todos agradecemos a mi imaginación y ella nos trata con respeto, a diferencia del trato que me dan las enfermeras en este psiquiátrico; algún día ellas también serán internas.
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