Al año de casados, don Celestino (rico señor de mediana edad) y doña Lucila (joven en la flor de la edad) acudieron con una famosa vidente, Madama Estrella.
—Ahora que tengo 6 meses de embarazo, quisiéramos conocer el futuro de nuestro bebé —dijo la joven esposa.
Madama Estrella consulto su bola de cristal por un tiempo prolongado y estaba remisa a decirles lo que había visto en el futuro.
—Anímese a decirnos —dijo don Celestino—, lo que sea. Con mi dinero todo se arregla.
Con una mirada de preocupación y con voz temblorosa la vidente dijo:
—Tengo una mala noticia, no en cuanto a su bebé, él será feliz. Se trata del papá que morirá en breve.
Con un suspiro de alivio doña Lucila pensó: “es más importante la seguridad económica que el placer” y de inmediato se apresuró a decirle a don Celestino:
—No te preocupes mi amor, tú estás seguro.