Alguna vez se han preguntado: ¿cuál es el drama que viven los médicos en los hospitales de los estratos mas bajos?. Después de estar en la sala de urgencias del hospital universitario de la Samaritana, ubicado en el barrio las cruces de la ciudad de Bogotá, comprendí y valoré la gran labor que cumplen estos jóvenes doctores a diario, dentro de nuestra sociedad.
Desde el momento en que emprendí el camino hacia el hospital me pareció toda una odisea, acostumbrado a estar en la sala de urgencias de la Reina Sofía, ubicado en el norte de la ciudad de Bogotá y sin tener muy buenos comentarios de la ubicación de la Samaritana, creí que no me esperaría una muy buena experiencia.
Después de un largo camino en un bus que duro más o menos una hora me bajé en la carrera décima con calle cero, y empecé una caminata hasta la carrera octava con la misma vía, que es donde se encuentra ubicado el hospital.
Sentí un poco de desconfianza al caminar, la gente por su mirada parecía como si tuviera la certeza que yo era un intruso en su zona, con un poco de miedo aceleré el paso y por fin estaba en la portería del hospital.
Me acerqué a la recepción creyendo que lo más duro ya había pasado sin imaginar que la entrada a la sala de urgencias era casi imposible. En la recepción del hospital se encontraban muchas personas preguntado por la suerte de sus familiares y que al igual que yo, les era imposible el ingreso a la sala.
Estuve sentado media hora mientras se me ocurría la manera de lograr el ingreso, después de este periodo de tiempo me comuniqué con la doctora Costanza Moreno, quien me facilitó la entrada.
Por fin después de todos estos problemas ya estaba adentro listo para presenciar la que se vive dentro de una sala de urgencias.
El hospital universitario de la Samaritana, pertenece al departamento de Cundinamarca, pero esta dentro del perímetro Urbano de Bogotá, es un hospital de tercer nivel lo que significa que es especializado, es aquí donde llegan los remitidos de los diferentes pueblos del departamento, cuando es sus hospitales ya no tienen capacidades para tratar sus males.
La sala de espera de urgencias, no es muy grande, tiene sillas de color azul ubicadas en fila una tras otra, una puerta, separa la sala del drama que se vive adentro, sin querer decir esto, que la angustia de afuera no es tensionante, hasta el punto que nadie quiere contestar las pocas preguntas que uno les hace.
Después de un largo rato en el que no pasaba nada decide hacer el intento de entrar, con tan buena suerte que lo logre, encontrándome un médico que resulto ser conocido de la doctora Moreno, quien daría la orden de que me colaboraran con lo que yo necesitara.
Me dirigí a una oficina que estaba ubicada dentro de la misma sala de urgencias, y donde se encontraba William Gómez, director administrativo de urgencias que sería la persona encargada de contarme el funcionamiento del hospital. Un tipo mono alto, más o menos de unos 40 años quien decía:” este hospital es uno de lo que tiene más movimiento en Bogotá, pues el sitio donde esta ubicado es muy peligroso y pasa lo inexplicable”.
Después de una breve explicación sobre el hospital y su funcionamiento, me dijo que la mejor manera de saber y ver la que pasa en una sala de urgencias era dando una vuelta y esperando a que algo sucediera, por esto llamo a un medico general de nombre Tomás Borda, quien seria mi acompañante durante mi recorrido dentro de la sala.
Tomás Borda es uno de los muchos médicos jóvenes que trabajan en urgencias dentro de los diferentes hospitales de la ciudad, más o menos con 25 años de edad, en su corta carrera como doctor ha vivido casos y circunstancias que han dejado huella en su vida.
Durante el recorrido por la sala me hizo una única advertencia que fue: “por favor no se dirija a los pacientes que la mayoría de los que están aquí, son viejitos que se encuentran en delicado estado de salud “
En su vida como medico, dice: "lo más duro es cuando se me muere una persona, después que no se puede hacer nada me toca salir y contar lo acontecido a los familiares de la víctima que por lo general me acusan por lo sucedido". Para, me mira con tristeza y continua diciendo: "recuerdo en particular un caso. Un día mientras me encontraba de turno nos llegó una persona que ya estaba estable pues había salido de cuidados intensivos después de un accidente de transito, con una traqueotomía permanente, el paciente tenia que visitarnos cada dos semanas para que nosotros le evacuaramos los fluidos de su garganta, mientras nosotros realizábamos nuestra labor el paciente nos dijo que se sentía asfixiado, pero nosotros le dijimos que tranquilo que era normal en su condición, después lo dejamos en observación y nos metimos a una cirugía, lo peor fue cuando nos llamaron y nos dijeron que el paciente había hecho un paro respiratorio y que estaba muerto, nunca en mi vida me sentí tan mal y desde ese día comprendí que por más que uno sea el medico debe oír a sus pacientes".
Continuamos el recorrido hablando de varias cosas, me contó que los turnos eran muy complicados pues eran siete de la mañana a una y viceversa, pero que una o dos veces a la semana les toca turno las 24 horas, eso sin contar las quincenas que el movimiento en la sala se dobla, debido a que es el día de pago y llegan muchos heridos por riñas callejeras.
Dentro de la sala de urgencias existen dos pabellones uno que es donde se encuentran los heridos más graves, y que llevan varios días en observación, y el otro que es donde están los que recién entran y están esperando para ver si se les dan de alta, este a su vez se divide en dos, uno para las mujeres y otro para los hombres.
Existe dentro de la sala una habitación aislada que fue la que causo en mi una gran impresión, dentro de ella una persona de unos 45 años, esquelético, acabado y solitario, parecía ignorado por todo el mundo incluso por las enfermeras y doctores que pasaban por su lado como si no existiera, no pude aguantar la curiosidad y le pregunte a mi guía que pasaba con aquel sujeto y me respondió: "hermanito es un paciente asilado por que esta infectado con el virus del SIDA", sin dar ninguna otra explicación y sin dejarme acercar a la habitación siguió con su recorrido.
No me pude aguantar las ganas de preguntar el porque eran tan insensibles ante esta situación y lo hice, pero el me respondió: "en este trabajo con el tiempo uno se va volviendo insensible y en el momento que uno involucre mucho sus sentimientos puede entorpecer su trabajo".
Después de ese comentario un silencio se apodero de nosotros por unos minutos pero fue interrumpido por una sirena que puso alerta a todos. Era la alarma que indicaba que debían estar pendientes pues pronto llegaría una ambulancia.
Las enfermeras y los médicos de la sala empezaron a correr de un lado a otro mientras se ponían sus guantes. Los camilleros listos, todos en la puerta del lugar esperando la emergencia, al pasar unos minutos todo era una falsa alarma.
De la oficina administrativa salió William Gómez, con una gran sonrisa en su cara y me dijo: "si ve la tensión con la que todos viven en este hospital eso fue un simulacro para que viera como funciona todo cuando esta apunto de llegar la ambulancia, ya que por lo que veo hoy es uno de esos días raros en los que no va a pasar nada".
Infortunadamente o afortunadamente no fue un día muy movido en la samaritana, pero me basto para entender el drama y la tensión que viven estos jóvenes médicos a diario.
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