Poe y el cuervo

¡Zas! Plummmm
-¡Que me lleve la oscuridad más oscura!
Edgar comenzaba a preguntarse si su negro y desagradable pájaro había nacido, en realidad, del cruce entre el más cagón de los patos y la más indispuesta gansa de toda su propiedad campestre.
-Me equivoqué al creer que producirías poca molestia, sin embargo estas encerando toda la casa con tus húmedas deposiciones. ¿Pero no entiendo de donde sacas tanto líquido, si comes solo insectos y residuos?
Miro el desalmado escritor sus manos llenas de excrecencias pegajosas y pútridas, y volvió a yacer en el piso de su estudio, que a esa altura estaba convertido en la más hedionda pajarera.
Excremento por aquí, excremento por allá, excremento en la ropa, excremento sobre el escritorio. En el lugar se podía encontrar todo el guano que se hallaban en las costas de Perú y Chile a fines del siglo XIX.
Una vez incorporado Edgar, buscó uno de los volúmenes que poseía sobre venenos poderosos; lo encontró y comenzó a elegir una pócima a la medida del desastre casero que a esa altura parecía una letrina sin techo abandonada en medio de la llovizna más persistente.
Edgar eructaba acidez cuando puso un dedo de una de sus manos sobre alguna de las recetas mortales, y dijo:
-Esta mezcla acabará con tanta excrecencia, antes que ella acabe con mis nervios y mi vida.
Aunque, un poco más allá del bosquecillo vecino, un astuto graznido decía: ¡Adiós!