Con la primera luz de aquella esplendida mañana y a punto de tomar mi café recién pasado de Chanchamayo, manteniendo la tradición de los grandes maestros en arte tan difícil; entra la señora del servicio diciendo, señor su perro canito se escapó al dejar entreabierta la puerta.
No importa le replique con fingida seguridad, estamos entrando a la primavera y el pobre perrito debe haber sido arrastrado por sus instintos, ya volverá.
Pero no se olvide patrono que ahora se roban hasta los perros, así no sean finos como canito.
A pesar de mi seguridad una extraña desazón se apodero de mí, obligándome a salir de la casa, ansioso de tener un dato tranquilizador, pues empezaron a pasar por mi mente en confuso tropel, ideas terroríficas y cuentos inenarrables de lo que les sucedía a los perritos desaparecidos, mire a lo largo de la calle y escrute la vecindad, que se veía aparentemente tranquila y no encontré ni sombra ni huella de mi perro.
De repente se abrió la puerta de mi vecino y salió pacíficamente a la calle su ya adulto perro carachoso, dio algunas vueltas ladro y se sentó sobre el muñón de su cola, yo lo observaba comparándolo con mi fox terrier que era blanco como un copo de nieve, apetecible para cualquier roba perros que pediría un monto muy alto; luego me dije a mi mismo ¿de cuantas aventuras crees habrá escapado este can viejo? Capto que lo miraba y se puso de pie, paro las orejas y su instinto le anunciaba que algo estaba por suceder, siguiendo la dirección de su mirada percibí a lo lejos una jauría de perros de todo pelaje y alzada, que venían corriendo jadeantes detrás de una perrita, que haciéndose la temerosa y esquiva los excitaba más en sus empeños.
Casi al final del grupo venia mi perro canito, un poco apartado de la cuadrilla pero corriendo con verdadero entusiasmo, con la cola en alto y su lengua fuera de la boca, paso como una flecha no sin lanzarme una mirada de soslayo, como diciendo “espéreme patrón ya vuelvo, usted ya sabe lo que son necesidades”
Paso como un torbellino la perrada jadeante, ladrando como perros locos excitados y peleoneros.
El perro viejo de mi vecino siguió en su mismo sitio, lamiéndose los rígidos bigotes, como diciendo ante aquella visión de sus lejanas épocas pero queridas “ah mis tiempos, a estos jóvenes atolondrados ahora les enseñaría cuantas son cuarenta y cinco, a todos estos macacos”.
La perrita dio la vuelta y tomo la vereda donde se hallaba el perro del vecino, la turba de adoradores venía detrás ladrando, el viejo perro permaneció impasible en apariencia, engañándome hasta a mí mismo que lo observaba, cuando la tuvo a su alcance le brillaron los ojos y sus patas la sujetaron con fuerza, la incauta se sorprendió pero fue empujada con ímpetu al costado de la casa, previendo la cólera irreflexiva de los canes jóvenes, que se arremolinaron ladrando furiosos, pero ya era tarde el perro viejo ya se la estaba pachamanqueando.
Terminado el ruidoso suceso callejero mi perro canito volvió y nuestra vida siguió su curso de siempre, hasta que pasados unos días saque a mi perro a pasear, de repente apareció el perro viejo del vecino, al verlo mi perro se erizo y empezó a ladrar furioso, quería morder al veterano que lo miraba impasible e indiferente.
Entonces sujetándolo con fuerza de la correa, ¡cállese! Le grite a mi perro, joven petulante y rencoroso, querer morder a un perro mayor que le está enseñando a vivir, debe agradecer y aprender pues algún día que también le ha de llegar, si no se muere antes, asimile la lección ¡que es mejor tener una aguja a tiempo que una máquina de coser!
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