Basado en hechos reales.
Matias tiene once años de edad; cuatro de los cuales ha transitado entre constantes e interminables tratamientos en hospitales y clínicas. Su maltratado cuerpo a soportado duramente un cáncer gástrico, que a esta altura de nuestra historia, carece de importancia hablar de sus orígenes.
El padre de Matías; don Samuel, es un buen hombre de trabajo y tenaces sacrificios, enviudó tempranamente después del nacimiento de su primogénito, y ha pasado su existencia tratando de mantener un buen rol de padre. Samanta, quién fuese en vida su amada esposa, falleció de la misma dolencia que aqueja a su hijo.
En este último tiempo, un cansado don Samuel ha redoblado las visitas al centro de salud donde su hijo reposa cómodamente hace algunos meses.
_ Lamento informarles, que el niño no tiene mucho tiempo de vida. El cáncer inesperadamente se ha ramificado empeorando la situación, y ya no podemos hacer nada; tan solo mantenerlo sedado para aplacar los dolores_ Diría el doctor Strauss con un hilo de voz.
_ ¿Papá?_ Matias se encuentra acostado mirando la techumbre, con ambas manos entrelazadas detrás de su cabeza.
_ ¿Dime hijo?_ Don Samuel le da la espalda, observando meditabundo por la ventana del cuarto.
_ Anoche vinieron unas extrañas personas a visitarme.
_ ¿Los doctores?_ Pregunta su padre acercándose a la cama para tomar una manta, y con ella cubrir las piernas del niño.
_ No.
_ ¿Las enfermeras?
_ No.
_ ¿Quienes eran entonces?
_ No lo sé.
Don Samuel pone la palma de su mano sobre la frente de Matias, esperando que la rebelde fiebre comience a ceder.
_ Ellos me dieron un mensaje para ti.
_ ¿Para mí?
_ Así es; me pidieron que te dijese que cuando yo ya no esté; no llores mucho, pues estaré bien. Ellos se encargarían de todo.
_ ¿Eran personal del hospital?
_ No. Nunca los había visto. Eran tres viejecitos, creo que venían desde china pues tenían los ojos "rasgados" como Ming Liu mi compañera de escuela. Además poseían largas barbas, y venían vestidos con cotonas de colores primarios. Lo sé, pues eso lo aprendí en el colegio antes de enfermarme. ¡Ahhhh se me olvidaba! Yo me reía mucho con ellos, pues tenían el cabello muy largo, pero se lo tomaban arriba de sus cabezas con unos grandes moños, como los que usaba mamá. Eran muy simpáticos, y sonreían mucho. Al principio no les entendía muy bien, pero después de un rato comprendí lo que hablaban. Y me dijeron "Dile a tu papá que no llore mucho, que vendremos por ti en tres días más".
_ Esta bien hijo. Ahora descansa_ Suspiró Don Samuel pensando que seguramente eran visiones causadas por los fuertes medicamentos.
Pasado tres días desde aquella conversación; Matías fallece mientras dormía.
Al salir del cementerio después de los servicios fúnebres, un devastado don Samuel camina sin rumbo fijo por las calles de la bulliciosa capital. Busca quizás encontrar algo de consuelo entre el interminable océano de personas que a esa hora de la tarde inundaba las céntricas calles.
Como generalmente pasa en estos casos, la casualidad es la encargada de llevarnos por los incomprensibles senderos de la vida. El azar guió a don Samuel por un estrecho pasaje donde inauguraban un nuevo restaurante oriental; había múltiples exhibiciones de exóticos platos, y el delicioso aroma atraía a los comensales.
Algo en la vidriera del local llamó poderosamente la atención de don Samuel; era una especie de pequeño altar con tres pequeñas imágenes de marfil; cada una de ellas estaba acompañada junto a humeantes bastones de aromáticos inciensos. Cada una de las tres esculturas representaba a una deidad taotista; y sus nombres eran;
Yanshi Tianzun "Venerable celeste del comienzo original"
Lingbao Tianzun "Venerable celeste del tesoro sublime"
Daode Tianzun "Venerable celeste del Tao y su virtud"
Los tres viejecitos vestían hábitos muy parecidos a las cotonas que actualmente se usan en los colegios de Chile; los colores eran rojo, azul y amarillo, los principales colores primarios. Largas barbas bajaban desde sus curtidos rostros, y los ojos conservaban los característicos rasgos orientales. La triada se mantiene en posición de meditación y sus cabelleras estaban tomadas sobre sus cabezas con delicados moños.
_ Son "Los tres puros"_ Dice con una sonrisa aquella anciana que sale del restaurante_ Las mayores deidades del panteón taotista.
_ ¿Es posible verlos?... Me refiero... ¿Alguna persona los ha visto?_ Tiembla la voz de don Samuel.
_ Son dioses infinitos que se hicieron a si mismos antes que hubiese cielo o tierra; inclusive antes del mismo tiempo. No tienen forma corporal, pero misteriosamente hay coincidencia en todas las estuatillas originales hecha en distintas épocas y lugares en China. Y si es así, es por qué más de alguna persona tuvo que haberlos visto en este plano. Se comenta en nuestra cultura, que ellos con su infinita bondad cuidan de nosotros y se hacen cargo de nuestras almas con infinito amor.
_ Gracias_ Responde don Samuel dibujando una sonrisa en los labios, sintiéndose de cierta manera mucho más reconfortado.
_ Venga, adelante; un buen plato de fideos Yuo Mian le animará el cuerpo cansado_ Vocifera la anciana tomando del brazo a don Samuel. Ambos entran al local perdiéndose entre los múltiples aromas llegados desde el oriente.
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