Extraños tiempos,
En que los predicadores gritan
Que desconfiemos del prójimo.
Que les pisemos los dedos aferrados al alféizar
Que de un golpe cruel las ventanas vean bajar
Cercenando la esperanza, ahogando su sueño eterno
Para que nunca más lo vuelvan a intentar.

Que les hagamos resbalar de la patera
Que dejemos sus cuerpos en las aguas flotar
Que ignoremos sus gritos en las costas
Hasta que el silencio vuelva otra vez a reinar.

Creí que se trataba de lo contrario
Que Jesús, que Mahoma, la otra mejilla
Y no andar persiguiendo a mis hermanos
Que si negros si maricas,
si judíos y gitanos.

Yo en cambio desconfío de ti
Mira lo que te digo
Predicador proxeneta, candidato a pedófilo
Desconfío de tu voz y de tu dedo alzado
De tu corte de pelo, de tu pantalón de pana
De tu falta de piedad y de tu andar señalando.
Yo creo que tus gritos algo esconden
Yo creo que tu dedo está cargado
De odio al diferente y a ti mismo
De la mierda que has bebido de pequeño
Y que lanzas por cañones de palabras
Proyectiles de rencor, tal vez de miedo
Que algún día giraremos entre todos
Con los negros y maricas
Los judíos y gitanos
Te pondremos en la mira
De tu dedo envenenado
Y tragarás tus palabras
Y te comerás tus odios
Hasta que el agua te traiga
Gritando desde la playa
Pero el silencio aún reina
Sobre tus gritos cansados
Y nadie escucha tus odios
Ni tus dedos ya disparan
Y tus mojados cañones
Ya ni asustan ni amenazan.