Cecilia la solitaria.
El banco del jardín parecía esperarla, Cecilia, muy erguida, se sentaba en él cada día, observaba el horizonte, su casa en la playa, se lo permitía y era lo que más quería en el mundo.
Para ella, mirar día tras día el paisaje, el cielo, los pájaros y el agua era su propia vida, sus ojos muy celestes, su cabello canoso que caía sobre los hombros le daban un aspecto señorial que nadie dejaba de notar.
El verano hacía más placentero aún, el jardín, el perfume de las rosas y los jazmines la trasportaban hacia lejanos lugares con los cuales soñaba desde muy temprana edad.
Su vida había pasado tan de prisa que casi no tuvo tiempo de vivirla plenamente, jamás se casó, no por no tener los encantos suficientes como para que cualquier hombre pudiera enamorarse de ella y aunque los hubo, jamás pudo aceptar a ninguno.
Maestra de profesión nunca se sintió sola, decía que aquellos chiquillos a los que había enseñado eran como sus hijos.
No tenía familia, quedó huérfana a la edad de dieciocho años debido a un pacto suicida entre sus padres que a pesar de quererla mucho, una triste enfermedad los llevó a suicidarse dejándola completamente sola.
Cecilia vivió en la casa de sus padres, estudió y trabajó pero desde la muerte de ellos lo supo, jamás podría casarse ni formar una familia, tampoco era tan religiosa como para entrar a un convento a pesar de ser creyente, pensaba que no tenía derecho a traer al mundo hijos que quizá aún día le reprocharían el haber nacido.
Y así transcurrió su vida entre su casa y su jardín pero Cecilia guardaba algunos secretos que jamás contó a nadie y que quizá la ayudaron a seguir su vida sin nadie al lado.
Al cumplir los veinte años, conoció a un joven estudiante del cual se enamoró perdidamente y él de ella pero sabiendo que ese amor no podía ser, lo alejó con mentiras para lamentarlo por el resto de su vida.
El muchacho, siempre supo la razón por la cual ella no lo aceptaba pero la juventud quizá, no le permitió luchar por su amor y se alejó para no volver jamás.
Cecilia soñó con el amor de su juventud durante toda su vida la cual a pesar de la soledad fue muy pero muy larga.
Pero ella tenía sus secretos, a su edad ya estaba jubilada pero durante muchos años el dinero de su trabajo no lo gastaba tenía suficiente con lo que sus padres le habían dejado, una pequeña fortuna y al no tener a quién dejar nada lo fue invirtiendo en distintas empresas lo que le dio el poderío financiero que gozaba en la actualidad.
Vivía aún en la casa de su niñez, una bella casa a orillas de la playa y aunque poseía más propiedades decidió que jamás se iría de ella.
El jardín era hermoso, no sólo rosas y jazmines lo adornaban, orquídeas bellísimas crecían en él como por arte de magia.
Cecilia tenía sus caprichos como toda mujer vieja y uno de ellos era enterrar en el jardín sus posesiones, joyas, dinero y alguna que otra cosa pero a pesar de que sus vecinos creían que estaba un poco ida jamás se lo dijeron ella era una mujer muy especial, amable y servicial, sabían que tenía mucho dinero pero eso a ellos no les interesaba, a veces la visitaban si es que se sentía mal y aunque le costaba caminar, el rincón preferido era su banco en el jardín que curiosamente no estaba delante de la casa sino todo lo contrario, en el lugar del fondo como todas las casas, ella tenía el jardín desde el cual podía observar la playa aunque a ella, debido a la ubicación nadie podía verla.
Durante su juventud ejerció su profesión de maestra en la escuela de la ciudad, era una excelente maestra, muy apegada a los niños a los que ayudaba no sólo con el estudio sino que muchas veces al ver la pobreza de algunos chicos los invitaba a su casa para tomar la merienda o cenar pero a algunos padres esto no les agradaba y fue así que tuvo que abandonar la escuela y dar clases particulares en su casa.
Cierta vez fue acusada por los padres de un chico que desapareció pero nadie pudo probar nada, el muchacho jamás apareció y la policía pensó que se había fugado de la casa para no volver jamás.
Otra vez estando aún en la escuela a una niña se la dio por perdida y apareció muerta y otra vez al ser alumna de la misma escuela Cecilia fue indagada y hasta revisaron su casa pero nada pudieron probar en contra de ella.
Eran recuerdos muy tristes pero jamás pudo borrarlos de su mente.
Y allí, sentada en aquel banco del jardín la mujer, sola con sus pensamientos creía que era hora de hacer testamento pero por más que pensaba no le venía a la mente a quién podría hacer acreedor de su fortuna entonces volvió a entrar a la casa, tomó una hoja en blanco y se dispuso a escribir su testamento.
Luego de escrito llamó a sus vecinos y les pidió que lo firmaran, sabiendo que ninguno de los dos se negaría y además que eran demasiado honestos como para leerlo, tenían mucha confianza en ella y así lo hicieron.
Pero no solo escribió su testamento también dejó una carta cerrada sobre la mesa del comedor diciéndose a si misma que aquel dolor en el pecho tan intenso no podría ser otra cosa que el aviso Divino de que era hora de partir.
Volvió a su querido banco y se sentó a esperar lo inevitable, erguida como siempre miró todo lo bello del paisaje, dio gracias a Dios por ello a pesar del dolor tan fuerte, cerró los ojos y no volvió a abrirlos.
Dos días pasaron y Cecilia seguía en su banco, los vecinos al ver que no aparecía por más que hacían sonar el timbre de la casa avisaron a la policía sospechando que algo malo le sucedía.
La ambulancia se llevó a Cecilia y el médico diagnosticó fallecimiento por ataque cardíaco dos días antes.
En vista de que la pobre mujer no tenía ni amigos ni parientes la policía se tuvo que hacer cargo de todo, lo primero que vieron fue una carta cerrada la cual leyeron en presencia de un abogado ya que ella era una mujer muy rica y había que ver qué hacían con sus pertenencias y sus propiedades.
Lectura de la carta.
No se quién va a leer esta carta ya que no tiene destinatario, no crean que he enloquecido, muy por el contrario, creo que ahora muy cerca de mi muerte estoy más lúcida que nunca, desde hace varios días me he estado sintiendo mal pero a mis noventa años eso era de esperar y creo que hoy va a ser mi último día entre los vivos y desearía dejar constancia de algunos hechos en mi vida que no fueron aclarados y que quisiera que se sepan.
Mis padres eran médicos los dos y venían de familias muy ricas, se conocieron en la facultad y se casaron pero en sus familias que estaban emparentadas había varios casos de locura, mis padres comenzaron a tener síntomas de que algo no andaba bien con ellos y decidieron consultar a un médico amigo, el médico de la familia y éste les pidió que se hicieran algunos chequeos con el psiquiatra que les dio negativo a los dos y aunque recién comenzaba la enfermedad ellos sabían que era imposible detenerla por tal motivo decidieron quitarse la vida luego de dejar todo dispuesto para mi, todo quedó a mi nombre y me convertí en una muchacha muy rica pero sola, sin padres ni hermanos. Luego, a pesar de tener tutores, decidí seguir viviendo en la casa de mis padres que aunque sola, estaba acostumbrada, ellos casi nunca estaban. Seguí mis estudios y me recibí de maestra aunque más tarde tuve que abandonar el dar clases por algunos hechos que sucedieron en la escuela, un jovencito desapareció, no recordaba qué fue lo que pasó pero sé que muchas veces vino a mi casa y luego un día… sólo se que me encontré cavando en el jardín sin saber por qué lo hacía y que luego comenzaron a crecer las orquídeas luego mi mente se cerró hasta que hoy quizá por ser el fin de mi existencia lo recordé… Esteban que así se llamaba el muchacho, vino a mi casa y en un momento de locura lo maté, no me pregunten el motivo, creo que la locura familiar despertó en mi cabeza y sin ningún motivo lo maté, escribo todo esto al encontrarme en mi sano juicio aunque no se hasta cuando, he vivido intentando no cometer locuras y cuando estoy bien y recuerdo lo que hice, lo escribo, supongo que la policía va a leer esta carta, doy gracias a Dios de que se acuerde de mi lo antes posible, el peso de esta locura familiar debe terminar.
Sobre mi testamento debo decir que lo redacté hoy y le pedí a mis vecinos que lo firmaran creo que al no tener familia ni amigos es justo que deje mi fortuna distribuida entre algunas personas y la escuela donde di clases.
A los padres de aquel desafortunado muchacho víctima de mi locura dejo detallado lo que quiero darles y les pido que me perdonen aunque se que eso es imposible y que sepan que jamás quise hacerle daño pero mi cabeza en aquel momento no me pertenecía. Lo demás aparte de lo que dono a la escuela va a ser para mis vecinos, ellos me han ayudado mucho y se que me quieren, la casa también se las dejo y se que van a cuidar muy bien el jardín, también les dejo todo lo que encuentren en él, se que ellos van a entenderme. A la policía les digo que el cuerpo del muchacho está detrás del jardín, bajo un árbol que milagrosamente parece tener hojas durante el año entero y quiero creer que Esteban es el que lo cuida.
Voy a sentarme a mi banco favorito y espero dormirme mirando el paisaje que tanto amo. Pidiendo perdón me despido… Cecilia Duarte.
Debo decir también que no puedo recordar si también maté a aquella chiquilla que apareció muerta, lo siento mucho pero eso no lo recuerdo.
Omenia.
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