El frenético rojo nos atrapa.
Es miel silvestre la que se derrama
de los bordes del estrecho lecho.
Lleva el grito suave de un manantial
nacido de una noctámbula mujer
remota, de estuarios desnudos
de todo pudor, buscando tibias riberas.
Tal vez se absorba bajo el ala cerrada
de un sudor amargo o en la ácida delicia
del aliento de un hombre, urgido
por el olor de un vino azul y tímidos astros.
Quizás se pierda en un contorno
donde se curvan párpados y sueños.
Su andar arrulla el aceitoso fruto vano
que logran las manos en las cosas
que están donde se mezclan gentilezas mansas
sobre vergonzosas riberas.
Texto agregado el 02-04-2019, y leído por 89
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