A mi adorada familia: hijos, nietos, sobrinos y otros que salgan. Les dejo con todo mi amor: mis múltiples deudas. Lo único que me quedó, después de vivir mis últimos años “a toda madre”.
ANDRÉS.

Un amigo me entregó esta carta después del deceso de mi tío.

Carta a mi sobrino Andrés:
Mi buen sobrino, tu papá (mi hermano mayor) te puso mi nombre como una muestra de cariño. Debo decirte que te agradezco que hayas sido el único que se acercó a mí desinteresadamente. Gracias por pagar mi cremación y esparcir mis pavesas (si te dejaron las mochas de mis hijas) en los lugares que fui feliz: en la acera de mi cantina preferida, en el burdel de madama Mariquita y otros lugares que tu gran imaginación haya escogido.

Tú, por ser existencialista (ateo) eres el que me comprendió. Te confieso que de joven me sentía el rey de la creación, fui sin remordimientos muy rico, gracias a mis múltiples transas.

Me creía guapo (inocente pendejo) y que las mujeres me perseguían por mi apostura. Incluso tu tía, mi esposa, (en santa paz descanse, desde hace mucho tiempo) me escogió por mi situación económica y según mis hijas se murió por los corajes que le hice pasar por mis devaneos con muchísimas damas (que también me hacían caso por mi dinero).

En fin, recordarás que por poco voy a dar a la cárcel y me costó mucho dinero quedar libre (mordidas al por mayor: jueces, abogados, ministerio público, etc.) y ya sin “lana”, mi querida familia se avergonzó de mí y me mandó a volar, excepto tú. Gracias.

Ya de viejo, sabes que me apalabré contigo sobre mi final y a vivir de verdad la vida, lo poco que tenía me lo gasté y lo que no tenía también. A ti te dejo mi recuerdo y un sano consejo: es mentira la bondad humana, la verdad: tanto tienes tanto vales. No seas pendejo.
Tu tío.