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Conocí a mi abuelo cuándo tenía tres años de edad. Mis padres se habían contaminado con una enfermedad que asolaba al país. Y mi abuela quiso aislarme, adjunto de la hermana que me seguía. Así, dió inicio un peregrinaje que se selló al voltear la cara en la primera esquina y que pude ver, a la distancia, el rostro de una madre que traslucía el haberlo perdido todo.

Y al 'entrarnos' en nuestra nueva casa, mi congoja no me impidió reparar en la imagen de un hombre en los cuarenta, que rompía con la rutina del esposo: Visible sólo por las noches y en los días de asuetos. Éste, al contrario, todo lo hacía en el hogar. Qué era un rancho, típico de la zona rural, con todas las herramientas de un labrador. Una vieja bicicleta y algunos aperos de caballería.

El bohío tenía tres puertas frontales y la del centro era la entrada de un pasillo-sala que comunicaba la calle con el patio y las otras conectaban dos pares de aposentos. Salvo, que la de la derecha era un salón de barbería y en la opuesta, junto al patio, el abuelo tenía un taller de reparar relojes, radios y espejuelos.

Al día siguiente de mi 'llegada', fuí nombrado al cargo de custodio de la peluquería y comunicador de la llegada de un posible cliente. Y mientras mi abuelo pelaba, había un permanente diálogo que me forzó a siempre permanecer en el salón y a apresurar mis precoces intentos por acceder al mundo de la lectura.

Y el primero en cautivarme fue en él que el abuelo le revelaba al cliente, que en su barrio de origen, había un chico que todos les consultaban. Qué nada se admitía sin la 'firma' de él. ¿De cualquier tema? Sí, ¡de cualquiera!. Y el cliente le formuló al barbero la pregunta que en mi mente ya daba vueltas: Y, ¿quién era ése joven?. Un estudiante. -Respondió el peluquero-.

También y en lo sucesivo surgieron matices que completaban el buen humor latente en el vocabulario del abuelo; con afirmaciones contundentes: Lo más difícil para un humano es opinar saliéndose de su contexto formativo. Y que la única excepción era cuándo siendo ya viejo se habla de la vejez de otro o que al creerse en la cima de la higiene, ver a los demás cómo cochinos. Y el temor que nos invade, por otras opiniones, cuándo somos severos juzgándoles.

Al final, aquel trabajo de guardián de peluquería fue mi mejor biblioteca, por lo que leí en ausencia de clientes y por lo que, literalmente, escuché cuándo los pelos volaban sobre mi cabeza. Y revelo que me tomó mucho tiempo entender porqué mi abuelo dijo una mañana, mientras daba forma a una barba descuidada, que era cási imposible robarle la hija a una prostituta.







Texto agregado el 23-03-2019, y leído por 196 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
30-08-2019 Bonita historia la que cuentas, con un abuelo sabio que con su ejemplo te dio las herramientas para ser otro hombre sabio. Un abrazo. Gui
10-06-2019 Como tu bien dices: "Lo más difícil para un humano es opinar saliéndose de su contexto formativo", es así, y yo no seré excepción pues mis abuelos han sido fundamental en mi vida, no eran sabios ni cultos, pero les debo la vida. vent
11-04-2019 Muchas veces los abuelos dan más enseñanza que los libros y si el nieto es inteligente y los atesora aún mejor, saludos. ome
25-03-2019 Triste el inicio y me quedé pensando si habrá sido una separación temporal. en cuanto al aprendizaje con el abuelo me encantó, así es la vida, los niños escuchan a los mayores y aprenden y luego, con los años, los recuerdos vuelven y algunos tienen la suerte de poder dejarlos en letras. Besitos. Magda gmmagdalena
25-03-2019 Cuando conocí a mi abuelo, no me saludó, parado al lado mio ignorándome Luego de uno minutos, ahí ausente al lado mio, saca algo de su bolsillo y me lo entrega diciéndome, toma esta cachimba, una pipa Yo la recibí,a los minutos me fui y no lo volvía ver nunca mas Tu relato me recordó esto No se si sea bueno o no, pero un relato capaz de despertar recuerdos habla bien del relato y de su autor Muy bien Randal-Tor
24-03-2019 —El abuelo con su oficio de peluquero a través de sus charlas con los clientes incubó en ese niño la semilla del saber al hablar sobre aquel chico que todos le consultaban y que simplemente era un estudiante. —Saludos desde Santiago. vicenterreramarquez
24-03-2019 Me pareció triste,muy triste esa separación para el niño que guardó en su retina la expresión de la madre... Aunque los libros pueden ser una excelente universidad,también siento tristeza por la frialdad del aprendisaje. Un muy buen tema has plasmado querido peco. Un fuertísimo abrazo cariñoso***** Victoria 6236013
24-03-2019 fé de erratas: "clientes" no colientes. jdp
23-03-2019 Que interesante relato, el inicio me dió mucha tristeza, esa separación familiar que espero no haya sido para siempre, solo mientras salvaban la emergencia. Y que manera más imborrable de aprender ya que con los libros cuando no había colientes y con oír sus conversaciones al estar, una tremenda fuente de experiencias. 5* jdp
23-03-2019 Los abuelos dejan su enseñanza y aunque no estemos rememorándolos contínuamente, siempre en algún momento futuro o hecho fortuito nos resuena su saber. Buena prosa. 5*s un abrazo Shou
23-03-2019 Peco, estabas muy chico y recuerdas. Los abuelos son admirables cuando los nietos tienen actitud de saber. Excelente prosa amigo. Abrazo grande. sendero
 
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