Paredes que guardan los pasos de mis hijas, sus juegos,
el nacimiento de mi hijo, pañales, mamaderas que acallaban su llanto,
las pequeñas que rondaban el crecimiento de su hermanito,
mientras sus juegos ocupaban todo su tiempo.
Paredes que las vieron con sus guardapolvos blancos,
entusiasmadas con sus cartucheras estrenar,
los desayunos con sus trencitas adornadas con cintas de colores,
ese olor al libro nuevo que provocaba en mi una dulce nostalgia.
Paredes que nos cobijaron de las lluvias intrépidas, de los diluvios delicados ,
el frió invierno que calaba los huesos, de los calores asfixiantes,
las discusiones donde los deberes eran primero que los dibujos animados,
la felicidad cuando aparecía la merienda olvidando los desacuerdos.
Los uniformes fueron el reemplazo de la antigua escuela,
los tres iban juntos uno recién estaba aprendiendo las letras,
mientras las tablas para mis nenas era un terrible conflicto,
enseñarles a dividir fue toda una hazaña pero lo logramos juntas.
El parque los vio crecer mientras que los pinos en silencio se hicieron gigantes,
la vida se paso casi sin darme cuenta mis niños eran grandes,
comenzaron a probar sus alas hasta que levantaron vuelo,
sin aviso alguno la casa estaba llena de nietos,
“todo volvía a comenzar”
la casa era la misma pero con muchos años más,
las responsabilidades no eran mías mi deber era darles el lugar,
ocupe esos instantes que mis nietos se quedaban en casa para jugar con ellos,
madrugadas de canasta, truco, dados, el desconfío no podía faltar.
Paredes que se quedaran colmadas de rizas, de llantos, de peleas,
ellas guardaran por siempre las anécdotas irrepetibles,
tantos instantes que deambularan buscando alguna cara conocida,
casa supiste ser fiel a esta familia,
yo emprendo un nuevo camino siempre te estaré eternamente agradecida,
olvidarte no creo poder hacerlo pero renovarse tiene esa chispa,
“si esa chispa de lo desconocido”
CAL.COR |